BERBERIAN SOUND STUDIO (2012) de Peter Strickland

“Si quieres que te hagan caso debes ser grosero”
La dificultad de encajar una película en el público es muy alta. Si vas por la simpleza siempre tendrás una ventaja, y es que el público general estará cómodo en la butaca, le guste o no la película. Si vas por la complejidad los problemas son mayores, porque este mismo público ya empezará a incomodarse, sin embargo el público que disfruta de algo más que pasar el rato podría alzarte a los cielos, o bien acabar de destruir la idea hasta llevarla al fondo del infierno. Unido a ello se encuentra la época, ambientación, guion y actuaciones. Se pueden realizar tantas mezclas que las matemáticas probablemente hablen de infinitas, aun así existe una confluencia en todas ellas que conviven en la palabra “extraña”. “Berberian Sound Studio” es una película extraña… rara, diferente a lo que se está habituado. Esto no tiene porqué ser una losa, ni mucho menos, pero sí que dificulta mucho la incursión del espectador, el entendimiento y, sobre todo, la paciencia. En la época donde todos vivimos nerviosos, ansiados por las decenas de cosas pendientes, este tipo de cine se encuentra con una distribución mínima, destinada a cines en V.O. y muy minoritarios, sin embargo todo el mérito sigue siendo de Peter Strickland por atreverse a innovar (palabra prohibida por el cine actual) e intentar atacar la mente desde la perturbación sonora.
Con un comienzo directo y seco, sin mediar más palabras, Gilderoy (Toby Jones) se nos presenta como un técnico de sonido que ama su trabajo pero que duda de donde está, sin saber por qué se ha metido en un proyecto tan obtuso, sin claridad. Allí conocerá a sus dos compañeros de trabajo más cercanos, comandado por Santini, el maestro del “Giallo” como cine de intriga. Poco a poco van desarrollando una película que sirve de metáfora para la vida de Gilderoy, el cual se aloja en una casa cuanto menos misteriosa. Con el sonido como principal protagonista se olvidan las imágenes de ese “Giallo”, del cual no vemos absolutamente ninguna imagen, ya que para transmitir la ansiedad de Gilderoy no se requieren, porque no son lo que nos quiere contar. La fanfarria y diversión de los italianos contrasta con la vida del inglés, tranquila y dedicada a su familia y su trabajo, llevándoselo así a casa. Con dos escenarios de base, y alguno más esporádico, Strickland nos traslada a un ambiente “Hitchcockiano” donde con cuatro frutas y una mezcla de sonido transmite el miedo, el terror, pero… ¿de qué?
En el miedo radica el principal hilo. La tensión está latente, algo ocurre, pero no se sabe qué. Si bien desde el principio con esa fotografía oscura nos intrigan las vidas, los problemas, según la obra va desarrollándose se torna más oscura psicológicamente hablando para transmitir puro terror de la nada, de la historia de embrujos y asesinatos que no vemos, pero que ahí está. Toby Jones está aterrado, su actuación lo delata y además de maravilla, y hasta amenaza con abandonar el proyecto, pero se ve incapaz por la incertidumbre de no saber cómo va a acabar. El poco entendimiento inicial desemboca en una perturbadora última media hora que desmonta cualquier puzzle, no se entiende absolutamente nada y ahí deberás pensar qué ha ocurrido, cómo se desarrolla en tu cabeza y tu propia conclusión. Las influencias de David Lynch son enormes, en concreto una escena donde Gilderoy observa en un proyector la acción que acaba de realizar hace escasos minutos, tornándose su cara hacia la cámara ante su incredulidad.
Un trabajo que se agradece pero que compite en una escala de complejidad demasiado elevada. En mi cabeza no he conseguido labrar una conclusión coherente, aunque tal vez eso es lo que se pretende. Las dudas son las que no permiten evitar la nubosidad mental, y seguramente así acabes tras verla. Recomendable para reflexionar, pero nada más.