EL EXTRAÑO (GOKSUNG) (2016) de Na Hong-jin

“Por favor, no vuelvas a tu casa”
Cuando se habla de cine coreano van implícitos ciertos estigmas: una extensa duración, una pausa exagerada (impensable en el cine comercial americano) y el mostrar la realidad de los hechos tal y como son, tanto si hay violencia como drama. “El extraño” mantiene todo ello, y además lo cuadra de una manera atractiva al espectador, sin agotar, con un desarrollo correctísimo y, ante todo, mucho realismo de las situaciones. El temor se apodera del espectador, sin embargo según se van analizando los sucesos se llega a una reflexión curiosa: ¿Qué estamos temiendo? Porque el cine de terror tiene multitud de variantes, pero normalmente el miedo se enfrasca en algo (objeto, persona o cosa), y cuando aparece en pantalla ya se está atento ante lo que pueda ocurrir, por eso es el mal. En este caso se innova, hay un ente inexplicable, sin saber cuál, que perturba hasta límites insospechados.
Una serie de asesinatos, un inspector de policía que no sabe cómo explicarlos, una población rural muy pequeña que se ve envuelta en rumores y, un nuevo visitante que se aloja en el bosque. No tardarán en aparecer los señalados, hacia los que se dirige la culpa de lo inexplicable, de lo sobrenatural. Porque la gente necesita algo sobre lo que actuar, el desconocimiento siempre es temido, por ello hay que señalar a alguien, aunque ni tu propia cabeza se lo crea. Jong-Gu, el policía, se ve envuelto en estos asesinatos sin saber por qué, pero debe actuar porque no solamente el pueblo está en peligro, también su propia familia. Na Hong-jin se sirvió de vivencias trágicas para escribir este guion, con aires de desahogo y de rencor hacia la sociedad, hacia los oscuros ritos dirigidos por chamanes. Misticismo en estado puro, con tiempo para la sátira empleando el baile del chamán mientras paralelamente se observa el sufrimiento de una familia entera.
La atmósfera es el punto clave de la película. Sin esa oscuridad, la lluvia que aparece en todo momento y los sueños de los protagonistas nada sería posible, ya que desarrollar estos sucesos sin una base técnica sólida sería imposible. No hay nada que se le vaya de las manos al director, todo está medido y colocado donde debe ser. Tampoco se olvida de las costumbres coreanas, la educación al entrar o salir de la casa (para el recuerdo la escena inicial, donde no le dejan abandonar la casa sin comer), porque aunque se tema hacia algo no se olvidan de su fe.
La imposibilidad de dar sentido a la situación va dañando la personalidad de Jong-Gu, cuando se vislumbra una salida todo se vuelve más turbio y feo, se ensucia la escena, normalmente con un acto violento. No se esconde, si hay violencia se muestra, porque solamente así se puede transmitir la desesperación y la desgana del causante, llenando la escena de multitud de detalles pero dejando claro el desenlace: la muerte. Estos hechos aceleran la contratación de chamanes y se entra en el terreno de las artes místicas, dejando la mejor escena de la película en torno a la mitad, con una batalla de creencias cada cual más discrepante: una de ellas con mucho colorido, bailes y hasta cierta risa del comportamiento del chamán, la otra oscura, encerrada, donde el silencio domina y solamente se ve obstruida por el sonido de un bombo. Una de ellas con multitud de espectadores, la otra con sólo el implicado. Estos hechos resultan estimulantes para labrar interpretaciones, posibles soluciones al problema y, ante todo, quién es el culpable de la crueldad rural que se está viviendo.
Con trazos de “Fargo” (el policía recuerda a la inocencia de la policía protagonista) y grandes influencias del cine coreano (sus dos anteriores películas, por ejemplo), Na Hong-jin no deja títere con cabeza en su despiadado odio hacia el mundo, tal y como comentó en una entrevista donde explicó que la idea de esta película le vino por la muerte de unos familiares, ya que ninguno de ellos falleció de manera natural. Por mucho rencor que se vislumbre, “El extraño” es una gran película donde la duración se perdona gracias al atractivo visual y argumental que, en todo momento, mantiene el ritmo.