EL REY TUERTO (EL REI BORNI) (2016) de Marc Crehuet

“Un antisistema. Un antidisturbios. Una cena”
Debe de ser todo un reto para un director de teatro como él -Crehuet- debutar en el cine, pero no menos complicado para un guionista como yo debutar en la crítica. Cuando la primera crítica es además sobre una ópera prima de un director entonces la ecuación se vuelve todavía más compleja si cabe. Espero que el mismo amor al séptimo arte que al primero le hizo desenvolverse tan bien en un terreno nuevo sea benevolente de la misma forma con el que suscribe.
El “Rey Tuerto” (“El Rei Borní”), fue una excelente y exitosa obra teatral del catalán Marc Crehuet, ahora el director nos hace una adaptación al cine, aunque en este caso más parezca que se trate de una “traslación” ya que si esperábamos encontrar novedades que sorprendan a la hora de adaptar una obra teatral al cine probablemente no encontremos ninguna si bien es cierto que Marc no pretende en ningún momento esconder el origen teatral de la película. Si ya te gastaste dinero viéndola en el teatro no vayas al cine de no ser que seas de los que les gusta ver las mismas cosas dos veces.
¿Divierte? Sí. ¿Sorprende? No. Pero lo que de verdad tiene esta película detrás es una buena trama, convenció para el teatro, y evidentemente convence para el cine, eso sí con la ayuda de los cuatro actores principales que repiten íntegramente y que son motor y responsables de que esta comedia dramática con toques de suspense entretenga, tire para adelante y cumpla su función pero el peso lo llevan ellos no la cámara.
La sinopsis es tan sencilla como resultona:
El reencuentro de dos viejas amigas (Betsy Turnez y Ruth Llopis) propicia una cena de parejas, donde una víctima de violencia policial (Miki Esparbé) acaba sentada justo frente a su verdugo (Alaín Hernandez).
Lo realmente meritorio aquí es como el director es capaz de conjugar suspense, drama y humor por igual, teniendo secuencias y momentos cruciales en cada uno de los registros. Esta comedia negra pretende poner en evidencia la perplejidad de una realidad a veces incoherente. Interesantísima la evolución de los protagonistas. Cuatro paredes y dentro dos parejas, donde las cuatro paredes representarían el mundo donde vivimos y las cuatro personas serían las diferentes posiciones que tomamos o no los individuos ante el mundo que nos rodea y la política. Desde el policía antidisturbios que se convierte en antisistema (cambio de bando -mismo rol), pasando por la novia del activista tuerto que condena la violencia sin embargo no le parece del todo mal tener en casa a un político maniatado (cambio de rol -mismo bando) la pasividad e ignorancia de la novia del policía (no tiene bando-no tiene rol) y la fuerte e inalterable convicción del activista (no cambia de bando-no cambia de rol) siendo el único que aporta algo de coherencia en esta sociedad tan loca y absurda donde a veces como dice el refrán el tuerto es el rey.