HAMADA (2018) de Eloy Domínguez Serén

“¿Qué día es hoy?
– ¿Hoy? El mismo que ayer”
Lo primero que se me vino a la cabeza en los primeros minutos de metraje fue que realmente uno no sabía lo que era la soledad hasta que se pierde en un desierto. Y, por desgracia, es un hecho que se repite con frecuencia en zonas de las que no nos separan tantísimos kilómetros como pensamos.
Hay un grupo de personas que están en medio de la nada. Gente a la que Marruecos le dio la espalda en 1975. Y ahí aguantan, en medio de un desierto desolador donde las horas se suceden sin ningún propósito concreto y, lo que es mucho peor, sin ninguna esperanza. A todos les baila en el magín el sueño europeo, ese que se asemeja muy mucho al americano, con la única divergencia de que uno es aspirar más alto y otro es simplemente aspirar a algo.
Si le preguntan a Eloy Domínguez Serén de qué va su película, lo tiene claro: “Hamada es un retrato de la juventud saharaui a través de su relación con los vehículos”. Y esto viene de la magistral forma que ha elegido para contarnos qué es lo que está sucediendo en un lugar donde las nuevas generaciones no pueden más que intentar “reinventar su vida y dar pábulo a la rutina en un campamento de refugiados en medio del desierto”.
Lo más llamativo, como antes mencionaba, es que a través de este documento no se pretende insuflar pena en el espectador, sino más bien mostrar una realidad adolescente dentro de un marco especialmente deplorable. En un lugar en el que han tenido que hacerse al calor infernal para superar el ardor que provoca el sol en zonas tan áridas, el director nos enseña cómo pueden ser determinantes hechos cotidianos como enseñar a conducir a una chica, hablar por “Skype” a través del ordenador o una entrevista de trabajo para un puesto para el que no tienen vacante. Es increíble y resulta inverosímil –como tantísimas otras cosas– que sean las tierras más ricas aquellas en las que su pueblo está destinado a ser sometido.
“El dinero, que es una cantidad ingente, es lo de menos. Lo peor, sin duda, es el viaje”, le dice uno de los chicos al protagonista de esta historia en concreto, Sidahmed. Y continúa con problemáticas que siguen sin resolverse con el paso del tiempo. “Ni siquiera puedes imaginártelo. Coches hundidos en arena. Los locales pasan de largo por muy en apuros que te vean solo por pensar que eres un simple extranjero. Repudian tu presencia allí”.
Es el comienzo de la versión que se expone del conflicto entre el pueblo saharaui y el Reino de Marruecos, que tan presente se tiene la mayor parte del tiempo. Así, a través de las historias de Sidahmed, Zaara y Taher, nos llegamos a hacer una idea de las formas de vida de aquellos que sueñan con que todo un día les vaya diferente. La aportación más loable para mí es la de ella, Zaara, que se muestra persistente y tenaz, con miedo a casi nada, que está dispuesta a dedicar el tiempo que sea necesario para encontrar un trabajo que pueda sacarla de su desidia. Y si para ello tiene que volverse una experta en mecánica, así será. Porque, como su personaje apunta, “sabe que si aprende a conducir, uno parece ser más libre”. Es realmente impactante su caso en concreto, a quien le cortan todas las opciones de sentirse realizada laboralmente. De hecho, una de las veces, lo único que le ofrecen es que sea voluntaria en zona de maternidad con posibilidad de contratarla en algún momento.
Otro de los momentos desoladores de la cinta es aquel en el que el coche queda atrapado en medio del barro y es el propio Sidahmed quien no duda ni por un segundo tirarse al fango para continuar el camino. O ese otro en el que en unas imágenes poco nítidas él intenta comunicarse con una chica de Bulgaria que trata de hacerle entender en un idioma que él no logra descifrar que España no es Europa, sino tan solo una parte de ella. Aunque, sin embargo, el momento que mejor resume este documental es aquél en el que Sidahmed está en una fiesta, rodeado de gente… solo.
Eloy Domínguez Serén suelta uno de los discursos con más sentido que he escuchado en mucho tiempo: “Todos somos igual de distintos”. Así, el director de “No cow on the Ice” (2015), “Jet Lag” (2014,) o “Hijos de Sansón” (2011) reconoce que “era el material el que se estaba haciendo cargo de la película, y no al contrario”.
Esta coproducción Suecia-Noruega-Alemania surgió a raíz de un viaje que Domínguez Serén realizó para dar en la zona un curso de cine. Desde ese instante, se convenció de que había algo más que contar allí, con aquella experiencia que estaba viviendo.
Y es que, como bien se percibe tras el visionado de “Hamada”, si recorres territorios que te son ajenos, quizás encuentres la forma de acercarte más a ti. Aquí se nos enseña cómo cuando conocemos la historia de alguien, su esencia, cómo lo ha pasado hasta llegar ahí, es mucho más fácil ser capaz de empatizar con él. No obstante, no entendemos cada caso como uno parecido. Es una de las problemáticas fundamentales y más palpables en la migración. Y una razón magnífica para no perderse este documental.
Nuestra calificación: (3/5)