LA ALTA SOCIEDAD (2016) de Bruno Dumont

“Ceci n’est pas surréaliste”
Al bueno de Dumont, uno de los autores más camaleónicos del mundillo cinematográfico galo, le ha dado últimamente por prepararse un Dry Martini a media mañana -a la hora del “aperitive”- siguiendo el modus operandi del gran coctelero (y, cómo no, “catador”) que en su día fue don Luís Buñuel Portolés. Más que nada por aquello de atenuar el poso de franqueza que otorga la sabiduría popular en dichos del tipo “todo se pega menos la hermosura”. En este caso, aunque la mona se tome un vermutito, mona se queda. Con solo ver un par de megas del film (sí amigos, sentíos libres de estirar el brazo derecho, despegad el tomo de Kafka de vuestra “sobaca”, el celuloide ha muerto) el espectador no puede sino darse de bruces con un, que digo discreto, discretísimo encanto de la burguesía. Un texto que, a pesar de sus buenas intenciones, se queda irremediablemente varado en la marisma de referentes, de oleadas artísticas que a duras penas cruza “Ma loute” con las perneras remangadas para evitar posibles manchas de surrealismo mal entendido.
Es una lástima porque el planteamiento del autor, sobre el papel, alberga todo lo necesario para la construcción de un Karnak -como el de Fabrice Luchini en la pantalla- de obligado peregrinaje si tu idea es la de rendir culto a André Breton. Así, Dumont prepara la argamasa con una pizca de clero, un tonel de casquería, ley, orden y lo mezcla todo con un “cast” que tira a matar, esto es, con la elección de las Binoche, Bruni Tedeschi y compañía para los roles adinerados y con tipos carentes de formación interpretativa para los oriundos del Pas de Calais. Se agradece el esfuerzo, en serio, pero el cemento no agarra. Al “brunch” que con tanto esmero prepara el director no solo acuden la máquina de coser y el paraguas. Por la puerta de servicio, abierta -para más inri- por los vientos gratuitos que emanan de “la comida del bebé” de los Lumière, se cuela el “slapstick,” se cuela Courbet, Turner y “nosecuantos” gorrones más que, como siempre, toquetean la gramola, inutilizan el baño y afrentan a invitados de excepción como Jose Luís Cuerda o José Sazatornil, misterio presente.
Nuestra calificación: (2/5)