LA PELÍCULA COMERCIAL DE LA SEMANA

KONG: LA ISLA CALAVERA (2017) de Jordan Vogt-Roberts
“Viet Kong”
De un tiempo a esta parte, las grandes “majors” han optado por revivir aquellos -nuestros- monstruos que sirvieron de azote camuflado al inconsciente colectivo de una sociedad, la de la era atómica, que veía al otro con cara de pocos amigos. Así, la Warner tiró de Gareth Edwards -y su paleta friedrichiana- para dejar que Godzilla encapotase el cielo de San Francisco a lo 11-S y, la Toho, de Hideaki Anno para hacer de Gojira un tsunami capaz de llamar a la puerta del gobierno nipón. Hasta aquí todo en orden. Pero, ¿por qué no rescatar el espíritu feriante, el jolgorio mondo y lirondo de aquellas producciones que surgieron al abrigo -interesado- del monstruo metafórico? Y lo que es más importante, ¿por qué no dotar a semejante producto “B” de lo que carecían sus predecesoras, a saber, parné? Alguien se hizo estás preguntas, a Dios gracias, y llamó a Jordan Vogt-Roberts para que las respondiera. El resultado, “Kong: La Isla Calavera”.
De este modo, partiendo de la base que el film pretende seguir la “elegancia” narrativa del “Kaiju” de ayer, el espectador asiste gustoso y sin complejos al más difícil todavía. Tal y como sucede en el género mentado, los personajes con algo de materia gris se convierten en meros accesorios, llaveros de los primeros espadas, los monstruos. Samuel L. Jackson, John Goodman, Brie Larson no dejan de ser caricaturas, clichés antropomorfos que sirven de pausa dramática entre mamporro y mamporro a treinta metros del suelo. Nada que objetar. Además, la secuencia de presentación de Kong, para un servidor que lloró una y otra vez la masacre infringida al simio de O’Brien desde la pronta edad de cinco años, no deja de ser sino un noble acto de justicia divina. Sólo por eso vale la pena pagar la entrada.