LA PELÍCULA COMERCIAL DE LA SEMANA

ALIEN: COVENANT (2017) de Ridley Scott
“De cómo Noé se topó con el doctor Moreau en la Pompeya post Vesubio”
Pongámonos en situación. Años 70, un Ridley “middle age” -subidito como todos los que salen de la Royal College of Art, “pseudo” virgen en esto del séptimo arte- se pone a montar maquetas de naves de carga remolcadora (ahí es nada) y a iluminar pasillos tubulares como si no hubiera un mañana. El resultado, una obra poética por imperfecta, corpórea de nacimiento, lúcida en la ingenua elección de los tiempos y peso de cada cuadro. Un minucioso ejercicio de estilo siempre alerta del ingrediente visual apropiado para el cómodo desarrollo de la moraleja de estas pelis, esto es, la victoria del autóctono -del patrio- sobre el extranjero. Nuestro Alien, y supongo que el de Scott (en caso de que sigamos creyendo, a tenor de su “bajona” posterior, que “El octavo pasajero” y “Blade Runner” son suyas y no del negro de Ana Rosa), no quería ser más que los demás, no tenía ni pajolera de teología, de Wagner y, desde luego, no le había dado por documentarse sobre el “buen hacer” de los conquistadores o leer los pliegos de cordel que recogían las gestas de los pioneros norteamericanos. Solo quería esconderse y salir, muy de vez en cuando, bien guapo para la foto.
Hasta aquí todo en orden, nada nuevo bajo el sol, bueno si, la “Prometheus”, portadora como ella sola de un virus capaz de pulverizar ingenieros, comunicólogos, técnicos de laboratorio y, en definitiva, a todo fan del bichejo con independencia de su nivel académico. Con la losa en la mollera del trabajo mal hecho, Ridley ha optado por ejercer su derecho de “moonwalk” y volver, así, a la estructura primigenia, la del “slasher”, la misma que reza que si van siete en una nave y ésta aterriza en el planeta equivocado, seis acaban como el rosario de la aurora y la joven en tirantes, empapada en sudor y a escopetazo limpio con el ente de turno. Todo en orden otra vez, nada nuevo bajo el sol, bueno si, una embarcación -la Covenant por obra y gracia de Dios- que, a pesar de seguir a pies juntillas la palabra de “Madre”, toma la salida que pasa por la estrella del noveno pasajero, aquel que -cual cuñado- no cesa en su intento de colarnos referencias “for dummies”, analogías históricas, mitologías de baratillo y demás paparruchadas decorativas. Esto no lo despega ni los apóstoles de James Franco ni el Fassbender de Hamelin…
Nuestra calificación: (1/5)