LOS EXÁMENES (2016) de Cristian Mungiu

“Este mundo es así, y a veces tenemos que luchar usando sus armas”
Desde Rumanía llega este drama familiar que habla de los límites de la integridad cuando entran en juego intereses muy personales como los vinculados a los sentimientos paternofiliales. Un film que transcurre con un discurso más bien flemático, manteniendo una distancia con el espectador que dificulta su implicación.
Se centra en la figura de un médico ilusionado con que su hija pueda conseguir una beca para cursar los estudios universitarios en Inglaterra. Todo depende de las calificaciones que obtenga en los exámenes finales, unas pruebas que la chica ha preparado a conciencia. Sin embargo, cuando sufre un intento de violación, se desestabiliza y ello amenaza seriamente sus notas. Será entonces cuando el padre se sienta obligado a recurrir a algunos contactos influyentes.
La historia pretende, desde la singularidad de este caso, hacer un retrato de una inmoralidad generalizada y de las grietas del sistema y de la corrupción en las instituciones de un país con una democracia nacida con La Perestroika pero con los mismos vicios que otras muchas más asentadas, quedándose, sin embargo, a medio camino en su denuncia.
Las idas y venidas del protagonista, que intenta persuadir a quienes le pueden ayudar, se acompañan de otras subtramas particulares que no acaban de redondearse, como la relación con su amante, la crisis matrimonial que atraviesa o el trato con su anciana madre. Sólo cobra algo más de intensidad cuando se centra en las pesquisas para intentar localizar al culpable del ataque a la joven.
De esta manera nos lleva hasta una resolución donde parece que casi nada de lo ocurrido era preciso, ya que las argucias de este personaje resultan estériles, sirviendo sólo para sacar a la luz los alarmantes indicios de hipocresía y corrupción que late en esa sociedad, como en tantas otras.
El buen trabajo del actor Adrian Tieni, como un hombre atribulado por diversas circunstancias, es lo más destacado del reparto de esta película con la que, su director, Cristian Mungiu deja temas para la reflexión, pero sin la contundencia con la que se empleó en la premiada “4 meses, 3 semanas, 2 días”.