NADIE QUIERE LA NOCHE (2015) de Isabel Coixet

“Una épica historia verdadera de pasión, dignidad y fuerza”
La nueva película de Isabel Coixet nos ofrece una dura historia de supervivencia, basada en hechos reales, de impecable factura técnica y gran intensidad emocional cuya narración, sin embargo, se contagia en exceso de la frialdad de sus paisajes. Mediado el relato da la sensación de atascarse y perderse en escenas insustanciales pese a lo loable del mensaje que acaba transmitiendo.
Tiene como protagonista a Josephine Peary, quien en 1908 viajó hasta Groenlandia para reunirse con la expedición de su marido que intentaba alcanzar el Polo Norte. La aventura se convirtió en una sucesión de inclemencias que pusieron en peligro su vida y la de quienes le acompañaban.
El planteamiento inicial no deja de ser convencional pero invita a intuir una interesante odisea que nunca se completa. Tras los primeros cuarenta minutos, el film da un giro para centrarse en una cruda lucha por sobrevivir en el duro y largo invierno del Ártico de dos personajes bien diferentes que se necesitan pese a lo que les separa: una dama de la alta sociedad neoyorquina y una joven esquimal.
Resulta notable la manera en que aproxima a dos caracteres tan distantes hasta extremos insospechados, sacando lo más valioso de la naturaleza humana en condiciones extremas, pero hasta llegar a alcanzar las cotas más sublimes de esta convivencia obligada transcurre por un helado desierto de pequeños incidentes, anécdotas y silencios que van mucho más allá de lo necesario para perfilar a ambas mujeres y ello resta fuerza a la hora de proyectar un potente tramo final.
Por otra parte, es digna de reconocimiento la esmerada fotografía de Jean-Claude Larrieu que nos muestra el esplendor de unos parajes tan inhóspitos. A ello se suma una idónea partitura de Lucas Vidal, de tonos dramáticos, que se alterna con fragmentos de cantos propios de las gentes de aquellas tierras.
Igualmente son muy destacables las interpretaciones de Juliette Binoche y de la actriz japonesa Rinko Kikuchi quien completa uno de los mejores trabajos de su carrera.
Estreno que deja un sabor agridulce, con virtudes y deméritos, del que hay que reconocer, cuanto menos, sus buenas intenciones.