NO DORMIRÁS (2018) de Gustavo Hernández

“¿Estás preparado para cruzar el umbral?”
Todo lo contrario a lo que apunta su título es lo que ofrece esta coproducción hispano-uruguaya cuya historia, superada la introducción, se convierte en un auténtico galimatías desnortado. El guion que la sustenta parece haberse elaborado a golpes, hasta llegar a un punto en el que da la impresión de que su autor (el debutante Juma Fodde) no sabe la manera de resolver la intriga de forma digna y opta por el tremendismo descabellado. Quienes piensen encontrarse con una cinta de terror van a salir de la sala muy decepcionados y agotados tras aguantar este aburrimiento, si es que no se duermen antes.
Bianca ve la oportunidad de consagrarse como actriz teatral cuando recibe la propuesta del representante de Alma Böhm. Esta institución de las tablas ha consolidado su carrera a base de obras vanguardistas que entrañan cierto riesgo. Ahora ha optado por experimentar con el insomnio, llevando a los actores a estados delirantes para que se metan en sus papeles. Un psiquiátrico abandonado es el singular escenario en donde van a preparar y representar el nuevo y peculiar montaje.
Ya la presentación de la protagonista se reviste de ligeros detalles tan inquietantes como desconcertantes, tónica que aumenta hasta extremos insospechados conforme se desarrolla la acción. La progresiva incorporación de los elementos paranormales se realiza a modo de fogonazos inconsistentes y al querer dotar de una mínima coherencia esta sucesión de fenómenos, en el tramo final, la explicación resulta difícil de asumir.
Nunca consigue manejar debidamente esa especie de limbo en el que se adentran los personajes a medida que acumulan horas sin dormir, ni las verdaderas intenciones que esconden unos y otros. En ese marco tan anárquico solo acierta a retratar el ego artístico y las envidias entre los componentes de la compañía, pero es insuficiente para constituir la única motivación que les lleva a soportar la tortura física y psicológica a la cual se ven sometidos.
El trabajo de los técnicos permite contar con la lóbrega ambientación de tintes góticos que requerían las premisas argumentales del relato, aunque queda completamente desaprovechado.
El reparto al completo termina por componer con sus interpretaciones un recital artificioso e increíble. Asumen perfiles que pronto se tornan antipáticos. El oficio de Belén Rueda y Natalia de Molina apenas se deja entrever, mientras que a Eva De Dominici simplemente hay que reconocerle los esfuerzos por estar a la altura y poco más.
Nuestra calificación: (1/5)