PARAÍSO (2016) de Andrey Konchalovsky

“Las caras y voces del horror”
Cuando estamos cerca de acabar la segunda década del siglo XXI, y casi cien años después del peor episodio de la historia de la humanidad, ¿estamos en condiciones de emitir un juicio sobre aquellos lamentables acontecimientos? ¿Se han escuchado ya todas las voces? ¿Está justificada esa prisa por olvidar y pasar página?
Estas y otras preguntas debieron rondar la cabeza de Andrey Konchalovskiy, el veterano director ruso que en los últimos compases de su carrera decide ofrecer su particular visión sobre el Holocausto nazi. Y lo hace desde la perspectiva de tres historias cruzadas que representan tres posiciones radicalmente diferentes: la de una aristócrata rusa (Yuliya Vysotskaya) perteneciente a la resistencia y que acaba dando con sus huesos en un campo de concentración, la de un funcionario francés (Philippe Duquesne) colaborador de los nazis en la Francia ocupada y, finalmente, la de un alemán de familia noble (Christian Clauss) que encuentra en las SS la mejor manera de dar respuesta a sus tribulaciones sobre la Alemania desolada y sumida en la crisis económica y moral como consecuencia del Tratado de Versalles.
Tres personajes a los que Konchalovskiy da voz como si de una declaración policial se tratara, haciendo énfasis en sus motivaciones y demostrando que detrás de la Historia con mayúsculas están las historias con minúsculas de aquellos hombres y mujeres que actuaron según sus propias necesidades y decisiones. Porque el horror no lo produce un ente difuso que actúa de forma arbitraria, sino que viene provocado por personas de carne y hueso. De ahí la innegociable necesidad de volver una y otra vez a la raíz de los acontecimientos, y de conocer las microhistorias que llevaron a la barbarie y a la mayor vergüenza de nuestro tiempo.
Konchalovskiy plantea esta necesidad huyendo de la mostración morbosa de los horrores del nazismo y la carnaza de los atentados a la dignidad humana que se produjeron en los campos de concentración. En cambio, “Paraíso” (que remite a esa idea enloquecida del paraíso alemán en el que solo tenían cabida hombres y mujeres arios) es casi una película de cámara, de interiores, en la que el descarnado blanco y negro contribuye a potenciar la idea de que es todavía necesario un juicio sobre nuestro pasado ominoso. Y no precisamente el de Nüremberg.
Nuestra calificación: (3/5)