REGRESO A MONTAUK (2017) de Volker Schlöndorff

“Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”. Peces de ciudad (Joaquín Sabina, 2002)
Cuando, en 1979, se estrenaba “El tambor de hojalata”, adaptación (en principio casi imposible) de la obra cumbre de Günter Grass, su director Volker Schlöndorff entraba por méritos propios en ese grupo de directores que configuraron el llamado “Nuevo Cine Alemán” y que rescató la cinematografía germánica del estado de letargo creativo en el que se encontraba después de la derrota en la II Guerra Mundial. A diferencia de las carreras de Fassbinder (truncada por su prematura muerte), Herzog o Wenders, la filmografía de Schlöndorff no ha tenido la misma difusión y reconocimiento, y sus películas se han estrenado de forma errática o ni siquiera han llegado a ver la luz en nuestro país.
“Regreso a Montauk” es una excepción a esta regla. En ella, Schlöndorff vuelve después de mucho tiempo a relatar una historia contemporánea, situada en una ciudad como New York que él conoce tan bien, para adaptar de forma libre la novela de Max Frisch. “Regreso a Montauk”, ya desde su título, evoca la idea de un tiempo y un lugar cuyas coordenadas han quedado recluidas en el mundo de los recuerdos.
Max Zorn (Stellan Skarsgaard) es un escritor de éxito que va a presentar su última novela a New York, ciudad donde vive su novia. En ese libro se entremezcla la ficción con la historia real de un amor turbulento con una mujer (Nina Hoss) con la que se reencuentra para intentar retomar el romance que quedó congelado en la playa de Montauk, al final de la isla de Long Island. Sin embargo, Schlöndorff plantea una mirada pesimista que evidencia la imposibilidad de volver a retomar lo que un día pudo ser y no fue. Porque el tiempo y las circunstancias nos transforman y nos convierten en personas totalmente diferentes. Así, la odisea de Zorn de perseguir el recuerdo embalsamado de su amor de juventud choca de bruces con una realidad mucho más prosaica. El problema es que Schlöndorff presenta una mirada demasiado intelectual y fría sobre una historia que intenta penetrar en los sentimientos más profundos del ser humano. Tanto es así que los “first world problems” de ese escritor de clase alta (que habría firmado, con maestría eso sí, el mismo Philip Roth) nos dejan, por desgracia, demasiado indiferentes.
Nuestra calificación: (3/5)