THE DUKE OF BURGUNDY (2014) de Peter Strickland

“Pinastri”
“Pinastri” una palabra para que cese todo tormento. ¿Pero y si es ese mismo tormento aquello en lo que encuentras mayor placer? ¿Y si este más que un castigo es un premio en sí?
Vamos a dejarnos introducir de la mano de sus protagonistas Cynthia (Sidse Babett Knudsen) y Evelyn (Chiara D’Anna) en el hermético mundo de la sumisión sexual. Sin darnos cuenta llegaremos a penetrar en la rutinaria irrealidad que ellas dos han creado para sí mismas. Por ella la cámara se desliza, esconde, enreda y detiene lo mismo en unas piernas bien torneadas que en una palangana con ropa interior a remojo. Es la cámara la que se demora en cada habitación, pasillo, puerta, persona o insecto, la cámara es nuestros curiosos ojos. Y los insectos, las mariposas en concreto, no son una elección baladí como obsesión de Evelyn. Las mariposas, su transformación desde su estado de larva hasta que les crecen alas es una metáfora de como las relaciones convencionales no le sirven y es su imaginación la que le da alas.
Estamos ante uno de esos films que o los amas irremediablemente o los odias a muerte, sus imágenes son tan poderosas que atraviesan la pantalla, no es que nos lleguen al corazón, es que se hunden en nuestra mente como una puñalada. Es como una suave sacudida, pero una sacudida al fin y al cabo, de nuestros sentidos y nuestro cerebro. Nos obliga a descomponer y componer de nuevo cada escena, diálogo e incluso melodía.
Resulta al paladar como el mejor de los cafés, intenso, ardiente, con algo de leche para restar amargura y una pizca de azúcar que lo endulza en su justa medida. Es como el propio sado, una bofetada y una caricia, la mezcla perfecta entre dolor y placer.