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5 septiembre, 2017
Javier Caro Rodríguez
Based on True Stories, Cine español, Comercial, Drama, Emerging technologies, Fantástico, Religión, Sci-fi, Terror, Thriller
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VERÓNICA (2017) de Paco Plaza

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VERÓNICA (2017) de Paco Plaza

“Alguien respondió a tu llamada”

Las expectativas estaban muy altas con la última película de Paco Plaza, el tráiler era un canto a los noventa, con Héroes del Silencio de fondo, y por fin, el exorcismo iba a regresar a la pantalla grande de la mano de un filme español. Así que los nervios eran enormes. “Verónica” no es solo una película, sino que también es un termómetro para saber cómo está el género entre el público, y una luz para seguir, si funciona en taquilla, rodando terror en un país con auténticos genios. La historia está basada en un caso real, algo que ya es una ventaja se mire por donde se mire, pues es publicidad y morbo gratuito, algo que ayuda a reforzar la idea y presencia del filme en el imaginario colectivo. El “caso Vallecas” es muy especial para todo el mundo, ya que es el único en nuestro país donde un inspector informa de sucesos paranormales. Plaza ha querido darle a todo un sello muy personal y también muy cañí. Hacer de lo cotidiano, sin estruendos ni piruetas, un mundo opresivo: la madre trabajando hasta tarde en un bar de barrio, el paso de la infancia a la adolescencia, las amigas que se pierden, la soledad, la responsabilidad de cuidar de tus hermanos pequeños. Un mundo del que desea salir Verónica intentando hablar con su padre fallecido a través de la ouija, con esa fascinación por lo oculto que tanto le apasiona y la obnubila.

Quizás lo que más nos llame la atención de todo sea esa forma de mostrarnos aquel lejano año 91, con los yonkies en las calles, las motos, la ropa, la gallina-despertador, los pósteres de Héroes del Silencio en la pared, la vajilla Duralex o los walkman con esponjilla marrón en el auricular. Una especie de orgía “vintage” que llegar a sumergirte por completo en aquel año, en aquellos miedos de Jiménez del Oso o el inicio de una nueva década, como asomándonos al mundo. Plaza, además nos muestra el edificio donde sucedió todo, de un modo amenazante pero sutil, imponiendo la belleza de la construcción y transformándola en algo pérfido, tenebroso, un lugar donde, en apariencia, reside el mal. Verónica juega con una ouija con dos amigas, pero parece que ella es la única que sufre las consecuencias de aquello. A partir de ahí la joven vive sucesos extraños, pero que acontecen de un modo natural, sencillo, sin artificios, pasan como lo más normal del mundo. Una bañera que arde, unos somieres que están tiznados de negro y una extraña presencia. Algo que ha entrado en su vida y que no puede hacer desaparecer, una presencia que solo ve ella, y que nadie más puede sentir. Un ser que está en la casa, junto a sus hermanos pequeños (que bordan sus papeles con una naturalidad que ya quisieran algunos profesionales), en esa casa en la que su madre ya no está, en la que ella es la “adulta”. Verónica se hace mujer y es rechazada por sus amigas, esas que hicieron con ella la sesión de espiritismo casero. Ves el miedo en sus semblantes, algo sucedió aquella mañana…

Plaza introduce una banda sonora que nos recuerda al Giallo, que sube y baja de intensidad en sus sintetizadores y que enfría nuestras mentes. Ahí está el suspense, la intriga de la historia, el miedo infundado. Ese miedo a la soledad. El miedo a ver algo que nadie más ve, ni siquiera sus pequeños hermanos, que se entretienen viendo “¿Quién puede matar a un niño?” y no una película americana como “Psicosis” (Hitchcock, 1960) o “Carrie” (Brian de Palma, 1976) en el clímax final. Plaza recurre, como lo hacen los yanquis a su cine, a nuestro cine, ¿por qué tendrían que ver un filme americano y no un clásico español? El homenaje a Chicho es algo importante, pues los directores actuales le deben mucho a lo que hicieron sus predecesores, y aquí parece que valoramos en demasía lo que hacen fuera y no lo que vemos dentro.

El director también vuelve a naturalizarlo todo, hasta el más mínimo detalle, como cuando en la sesión de ouija en su casa con sus hermanos, cantan una canción de un anuncio y no otra cosa. “Centella”, una canción sin más, de un anuncio sin más, se convierte en algo costumbrista a la par que terrorífico, distanciado de canciones de nanas o cuentos de terror. Plaza exhibe el miedo en cualquier lugar, en lo común, en esa canción de “Centella” y en ese anuncio. Aunque el trabajo de dirección y de arte está a otro nivel, el interpretativo sobrepasa nuestras mejores expectativas. Sandra Escacena infunde miedo y tranquilidad. Es perfectamente la vecina que cuida a sus hermanos, va al colegio y saca buenas notas, pero también la chica intensa que alucina con las letras (cómo no) de Héroes del Silencio y que busca respuestas en lo oscuro, en lo paranormal.

Normal que busque en esos misterios las respuestas estudiando en un colegio de monjas. Paco nos pretende despistar con el eclipse y la ouija, con la monja ciega y con la mochila que se cae del armario, quiere que nos quedemos con la mosca tras la oreja, pero sin mostrar nada, para que no podamos culparle de nada, para que no digamos que el final era previsible, que ciertamente lo es, para que juguemos a las dos posibilidades y nos quedemos con la que más nos convenga. Plaza no ofrece respuesta al caso real, esto no es un biopic, tampoco nos deja un final claro, decide que nuestro cacumen sea el que lo imagine, el que pinte las estrellas del techo del color que quiera. Que seamos nosotros los que encendamos la linterna. “Verónica” no es solo una película de terror, sino que es un filme capaz de traspasar dicha etiqueta, y transformase en la mejor historia del año. Es pronto para decir que Sandra ganará el Goya a la mejor actriz revelación, pero lo hará, porque si Enrique Urbizo o Raúl Arévalo pusieron en el mapa el thriller español, Plaza volverá a poner, como ya hizo con la saga “REC”, el cine de terror.

Como siempre hay que agradecer a “Los preestrenos del Festival de cine Antonio Ferrandis” de Paterna, que traiga a estos directores que siguen marcando el camino.

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Nuestra calificación: (5/5)

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El Autor Javier Caro Rodríguez

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