EL PRACTICANTE (2020) de Carles Torras

“Vamos a ser muy felices”
Ángel (Casas) y Vane (François) comparten una vida conjunta que comienza a destruirse cuando él, técnico en emergencias sanitarias, sufre un accidente que lo deja paralítico. Ángel, lleno desde siempre de complejos y seguridades, se tornará aún más obsesivo en controlar cada movimiento de ella.
Nos encontramos ante una fórmula que no cede en su empeño por mostrarse cada pocas semanas en los cines. Por lo cual, si no hay un mínimo de lejanía con respecto a otras ideas parecidas, se queda en un conato que no termina de cuajar como debería. Sé de buena mano que estas tramas son las que más venden, que debe de haber algo de este tono en cartelera al menos una vez al mes. Pero justamente “El practicante” no aporta nada diferente.
Pese a que es el propio Casas el que empieza flojo, es la primera mitad la única que me merece la pena. Después se torna a un desaguisado poco verosímil. No le negaré a Casas su esfuerzo e ímpetu. Había quedado gustosísima con su participación en “Adiós” (Paco Cabezas, 2019). Sin embargo, aquí vuelve al tipo serio que no me convenció en “Contratiempo” (Oriol Paulo, 2016) -entendiendo los matices, claro está-. Sabemos a ciencia cierta que Casas apuesta por sus personajes al máximo. Por ejemplo, en esta ocasión fue el que propuso la calvicie para Ángel; así mismo, se le fue de las manos la pérdida de peso, ya que “el propio personaje se va consumiendo por la maldad”, como él mismo advierte.
El final deja un poco libre a tu interpretación si lo que sucede es bueno o malo y eso me perturba ligeramente. Este sería el máximo acierto que encontré entre sus minutos. Una localización (la casa) construida para la grabación, gags a la desgracia que nos trajo 2020 pese a terminar la grabación antes de la pandemia -aunque les tocó el montaje en dicha época-.
El guion era la mejor baza que me llevó al filme: está co-escrito con Héctor Hernández Vicens (“El cadáver de Anna Fritz”, una de las mejores películas del 2015) y David Desola (“El hoyo”), autores de dos de las películas más complacientes -cinéfilamente hablando- de los últimos años.
Lo que llevó a Carles Torras a esta historia fue la idea del perfecto narcisista que, según dice, representa casi un 10% de nuestra población. Así pues, eso sumado con la visión que ha querido realizar de las relaciones tóxicas o su amor por el expresionismo alemán le ha llevado a este resultado.
Las comparaciones son odiosas, eso seguro. Sin embargo, a mí esta película me retrotrae al villano de “Sin aliento” (Robert Harmon, 2004), aunque si acudimos dentro de nuestras fronteras, no se nos escapa la similitud con el personaje de Antonio de la torre en la excepcional “Caníbal” (Manuel Martín Cuenca, 2013).
Carles Torras, a quien conocimos por “Callback” (2016), “Open 24h” (2011) o “Trash” (2009), además de guionista y director, es productor de cine. Ya cuenta en su haber con los premios a Mejor Película, Mejor Guión y Mejor Actor Protagonista para Martin Bacigalupo en el Festival de Cine de Málaga 2016 por “Callback”. De hecho, “El practicante” casi puede formar un tándem con “Callback” y “Open 24h” sobre un análisis de la psicopatía y sus diferentes expresiones. Así como en esta que comentamos hoy se centra en la alienación social, un tema que le llama la atención desde “Taxi Driver” (Scorsese, 1976).
Cuando le preguntan a Torras qué piensa sobre la plataforma que le ha dado vida a su criatura -Netflix-, él es bastante conciso: “Por supuesto, siempre es un placer ir al cine, pero a todos nos gusta también poder ver películas desde casa”.
Finalmente, este filme te plantea una cuestión bastante clara que no me deja de rondar en la cabeza: ¿Será el papel de malote que cambie la carrera de Mario Casas?
Nuestra calificación: (3/5)
“We are going to be very happy”