LA SOMBRA DEL PASADO (2018) de Florian Henckel von Donnersmarck

“- ¿Delirio juvenil? Suena hasta simpático.
– ¿Depresión? Nosotros somos gente alegre”
Cuando transcurren los días después de haber asistido al visionado de este film, hay muchas cosas que vagan por mi cabeza. La más esencial es: ¿de qué va exactamente? ¿Es una historia de amor poco probable, una versión del nazismo, un alegato a la maldad humana, un canto a la importancia del arte, el tránsito de un régimen a otro, la importancia de perseguir tus sueños? Y está bien poderte responder a ti misma con un simple: tal vez lo es todo.
La historia nos hace una introducción de Kurt Barnert desde que era niño y bajo la educación de su tía hasta que se convierte en estudiante de arte en la Alemania del Este. Pronto se fijará en Ellie. Y cuando comienza su relación con ella, se topa con la desaprobación de su padre, un ginecólogo y antiguo nazi con el que tiene un episodio en común de épocas pasadas.
Ya adelanto que no me gustan las sinopsis que merodean por la red sobre esta película, anteriormente presentada como “Obra sin autor”. Hay muchas opiniones sobre ella. Algunas contrapuestas. Solo por eso, ya merece la pena. Cómo a alguien le puede parecer una cosa, mientras que a otro le evoca todo lo contrario. El cine en estado puro. Pero vamos con ella.
Para que una película sobre el nazismo cuente algo diferente a estas alturas, es que merece una oportunidad. Es lo que me ha parecido a mí. Y mira que estoy saturada de que se empeñen en darle una y otra vuelta a metrajes que ya están muy bien contados. Si no vas a contar algo diferente, mejor no intentarlo. Por eso me ha gustado precisamente “La sombra del pasado” (que vaya título, por cierto). Porque insta a “no apartar la mirada”. Es algo en lo que no se deja de insistir.
Vemos la historia a través de la mirada más pura que existe, la de un niño. Un inicio por la Historia a través de la pintura, denostando el arte contemporáneo. Burlándose de lo nuevo, algo muy conservador. Pero claro, es que estamos hablando de nazis aquí. Y aún así, se hace especial hincapié en que un lápiz puede llegar a ser una espada también. Porque solo es locura si es algo descabellado para la mayoría. Una época de volver loco al que piensa diferente. Porque, como diría la gran maestra de la cinta, “A veces estoy confundida, pero muy pocas veces”.
La introducción inicial, que parece que sea más del villano que de nuestro protagonista, es esencial. Porque la participación de la tía, del personaje de Saskia Rosendahl, es lo que me gana y hace que no quiera separarme de la pantalla. Creamos una relación afectiva con ella y, claro, hay que cuidar del pequeño que terminará haciéndose grande en un mundo demasiado violento para sensibles.
Lo que más me gusta es que se pueda sacar de una única película varias, que esté llena de matices que se te incrusten en el magín y no puedas librarte de ellos fácilmente. Ésa y no otra es la esencia del cine. Y cómo hace una perfecta analogía de la Historia con la técnica que define a nuestro protagonista, ligeramente desenfocada. ¿Acaso no son esas las historias que nos llegan, de forma distorsionada?
Es muy complicado que una película de más de tres horas no pueda reducir su metraje de alguna forma. Aquí nos sucede algo parecido. En mi caso particular, no se me hicieron pesadas, pero puede pasar. De hecho, tiene todos los elementos para que suceda. Sin embargo, a pesar de que no es perfecta, ni mucho menos, no deja de ser un monstruo gigante que a veces para a comer y nos desestabiliza, pero se mantiene. El director rescata el metraje cuando patina y eso es digno de admiración. Es lo que nos coacciona a seguir interesándonos.
Hay muchos momentos que se quedan grabados. Al menos, para mí. Esos dioses debatiendo en una mesa la vida de las personas. Esa “hybris” que tenía que ser castigada y, a pesar de que tenemos nociones de que eso terminará sucediendo, nunca deja de afectar todo lo que se acometió en el proceso. Un hombre que encarna el mal de todo un régimen en una única persona que no pierde el apetito. Que solo mata y que si salva alguna vida es únicamente para amparar la suya. Porque los sentimientos son los obstáculos más problemáticos que nos encontramos en nuestro día a día. Pero si no existen, todo se ejecuta de forma mucho más sencilla. Aunque aquí se deja claro que el pasado puede doblegar hasta a alguien sin sentimientos.
Me entusiasma la manera en la que aquí se nos expone que el arte puede salvarnos de muchas cosas. Incluso de nosotros mismos. Solo en el arte la vida no es ilusoria. Somos una cosa. Pero también podemos ser otra. E incluso cambiar y ser diferente de las dos anteriores. Saber hacer arte del proceso. La fuerza de la música reside en una nota que desentona. Porque el ruido también libera.
Como el personaje del profesor, que entendió que lo que él iba a matar terminó curándolo. Y él acabó por hacerlo su arte. Una de las historias mejor estructuradas y construidas y que no te dejan indiferente. Porque en esta vida hay razones para todo, incluso para llevar siempre un sombrero. “Lo he estudiado tanto que lo he entendido de la misma forma que Descartes entendió que existía”. Este personaje nos enseña que no es un problema reverenciarse, pues el gesto puede llegar a mostrar sus daños, sus miedos y sus debilidades. “Por eso, seguiré inclinándome ante quien lo vea necesario”. Y es que solo por esta lección, ya ha valido el esfuerzo. Muchas veces, nos separa una verdad que no conocemos. Pero lo cierto es que si no existiera el gris, no habría luces y sombras. A veces no es necesario saber la verdad. Otro de los aciertos que, a mi criterio, le debemos al film.
Pero ahora vayamos a un dato que seguro muchos ya conocéis. El director y guionista de este mastodonte, Florian Henckel von Donnersmarck, es el mismo al que le debemos “La vida de los otros” (2006). Sí, olvidémonos de “The Tourist” (2010), porque aquí solo hizo de mercenario y no nos sirve para definirlo demasiado.
Bien sería lícito mencionar que el guion llega a ser predecible en ciertas ocasiones, pero no se le puede culpar. Primero, porque es ciertamente largo, la historia de una vida, muy a lo “Boyhood” (Richard Linklater, 2014), pero después es que hay desperdigadas tantas referencias en nuestra cabeza que resulta prácticamente imposible como creativo luchar contra eso. Siempre hay un referente.
Pero siguiendo un poco con sus reconocimientos, a pesar de saber que no tenía ninguna posibilidad, lleva a sus espaldas la nominación a los Oscar y Globos de Oro a mejor película de habla no inglesa, además de la Sección Oficial en el Festival de Sevilla.
Es curioso que sea una película mucho más denostada por los medios españoles que por los americanos, que han sabido entender mejor los serpenteos que tiene. Resultaba todo un reto adaptar el personaje de Kurt Barnert, que está inspirado en el artista alemán Gerhard Richter. También, ya por último, mención especial a Sebastian Koch (“El puente de los espías”, “La chica danesa”) quien consigue que realmente odiemos a su personaje y, en mi caso, me fascine la película.
Nuestra calificación: (4/5)
“- Youth delirium? It sounds even sympathetic.
– Depression? We are happy people”