PRIMER MINISTRO (2016) de Erik Van Looy

“Ahora las reuniones del G-7 serán mucho más entretenidas”
En los tiempos que corren, convertir a los políticos en héroes (y más en héroes de acción) suena a ocurrencia disparatada más propia de un “brainstorming” informal en un bar a altas horas de la madrugada. No es que sea imposible, ya que los americanos ya lo han hecho en varias ocasiones, desde el Harrison Ford de “Air Force One” (Wolfgang Petersen, 1997) al Bill Pullman de “Independence Day” (Roland Emmerich, 1996), dos presidentes poco duchos en las cuestiones diplomáticas pero con los puños preparados para salvar al mundo de unos terroristas y hasta de una invasión alien. Sin embargo, es evidente que estos personajes solo son entendibles en el peculiar contexto estadounidense, en el que se junta una mitificación de sus instituciones (y el Presidente es la más sagrada de ellas) con la tendencia nada disimulada a espectacularizar todo lo que ponga por delante, por mucho que a nosotros como europeos nos haga enarcar las cejas (como mínimo) la sola idea de enfrentar a nuestra clase política a este tipo de avatares y (más increíble todavía) salir victorioso de ellos.
Por eso, resulta llamativa la premisa en la que se basa “Primer Ministro”, que fantasea con la posibilidad de que un grupo terrorista secuestre al premier belga (y presidente de turno de la UE, por cierto) y a su familia para obligarle a asesinar a la presidenta de EE.UU. Afortunadamente, la película acierta en mostrar al protagonista como un personaje creíble, tan lleno de dudas (éticas y personales respecto a su propia capacidad de llevar a cabo esa terrible exigencia) como incapaz de responder físicamente al acoso de los secuestradores, dando la sensación de que sus reacciones son las más realistas teniendo en cuenta el cometido al que se enfrenta.
Sin embargo, a pesar del intento de dignificar un guion con unos “plot holes” del tamaño de la catedral de Burgos, introduciendo el elemento del miedo al terrorismo islamista y ciertos guiños a teorías de la conspiración, el resultado es que la película se desinfla por lo previsible (y hasta “naif”) del desarrollo de una historia que, aunque entretenida en su vertiente de thriller, realista en el tratamiento de su personaje principal y que además no escatima en violencia explícita, acaba resolviéndose en un final de opereta que convierte en héroe al político contemporáneo. Más ficción, imposible.
Nuestra calificación: (2/5)
“Now the G-7 meetings will be much more entertaining”