QUIEN A HIERRO MATA (2019) de Paco Plaza

“Yo a ti te conozco, que me quedé con tu cara. Pero tú estabas muerto”
Comenzamos con una nécora aplastada. Ya se nos está antecediendo que el asunto va a ser peliagudo. Y es que cualquiera que siga un poco el cine actual de nuestro país conoce un nombre: Paco Plaza. Y no solo eso. También que lo que tiene que contarnos, cualquiera que sea el tema, va a interesarnos. El tono que elija ni siquiera importa, porque a él se lo permitimos todo.
La vida de Mario, un enfermero ejemplar en un pueblo gallego, estará a punto de cambiar en el momento en el que Antonio Padín, el narco más prolífico de la zona, ingrese en la residencia de ancianos en la que él trabaja. A continuación entrarán en juego los hijos de Padín, que continúan con el negocio familiar, solo que con una forma personal de hacer las cosas.
No vamos a dar más detalles, solo razones para el visionado. Esta película, en una mezcolanza perfecta entre las películas de antes y las de ahora, no va a dejarte indiferente. Con el progreso del personaje principal, un poco a lo “Heisenberg”, existen momentos que se recrean, no ya en el rostro de Tosar, sino en lo que está sintiendo que, casi a modo de sinestesia, logramos verlo. Las miradas interpelativas son excepcionales. No es que sepamos que algo puede estallar, es que estamos esperando a que lo haga. Sentimos cómo el altruismo del protagonista se va resquebrajando por segundos. Cómo una persona modélica puede dejar de serlo si el pasado viene a removerlo un poco. Pero también nos encontramos con la otra cara de la moneda, el rol antagonista. Cuando alguien que lo ha tenido todo se queda sin fuerza en las manos para agarrar. Quedas en manos de cualquiera al que hayas podido causarle estragos.
Sin embargo, nos topamos aquí con un giro de tuerca de las cosas. Lo que están hartos de vendernos es que la venganza sacia el vacío que nos impulsa a conocerla. Pero no es cierto. Lo que nos lleva a ellos no es la sed de mal, solo el deseo de que todo se acabe. El no saber contener las emociones, el que no sepamos lidiar con la ira, la rabia y la furia es lo que nos mete en líos. Traición a sí mismo y a unos valores propios, por todo el ruido que ha hecho el mundo cuando debía de estar en silencio.
Plaza y su director de fotografía, Pablo Rosso, consiguen liderar las sensaciones. Porque cuando dos manos se sueltan, él aún continúa reparando en una de ellas, la que más necesitaba de la otra. Ese efecto de desaceleración en las acciones en el momento perfecto. Los encuadres están demasiado medidos, magníficamente insertados. Imágenes duras, nada sutiles y que no dan margen a la imaginación. Planos picados casi a modo cenital que empequeñecen cuando el personaje se siente débil. Habría que hacer especial reseña al montaje y a los paralelismos fantasiosos. Así como la labor del maquillaje es prodigiosa o la música, al cargo de Maika Makovski, es exquisita, cuidada hasta el último detalle. Siempre con reminiscencias a la música que avala el país en el que vivimos.
Las interpretaciones son sublimes. El personaje de Kike es interpretado por Enric Auquer que, pese a ser catalán, imita a la perfección el acento gallego. Otro digno de mención es el rol de Antonio Padín. Xan Cejudo, el actor, estaba en un asilo, pero salió para encarnar el que sería su último papel. Se había dedicado casi toda su vida al teatro. Lamentablemente, no pudo ni ver la copia, murió antes y por ello la película va dedicada a él. No podemos dejar atrás a Luis Tosar, quien se hace pasar por el enfermero Mario. El director tenía muy pendiente trabajar con él. Y no se lo pensó. El personaje incluso nos puede recordar al de “Mientras duermes” (Jaume Balagueró, 2011). Otra persona que se declaró fan de Tosar es la chica del parto, ya que éste fue completamente real. Hasta tres días de guardia se pasó el equipo en el hospital para que tuviera lugar. Después sustituyeron digitalmente la cara de la actriz.
Nos percataremos en primer término de que se trata con mucho cariño a los ancianos. Plaza reconoce que el tema de la senectud le llama mucho la atención y cómo les volvemos la espalda a nuestros mayores. Pero, sin embargo, si se habla con el guionista, Galiñanes, éste nos cuenta que la idea le surgió precisamente visitando a su abuelo en una residencia de ancianos. Está orgulloso de que solo se hayan modificados matices, pero se mantenga la esencia de la historia. Algunos encontrarán parecido del personaje narco con alguno real, pero es mera casualidad. Cierto es que se repiten algunos patrones en estos roles que quizás nos harán identificarlo, pero no está basado en nadie. “Siempre hay bebés en mis historias”, afirma. Y también nos confiesa que el final había que respetarlo pese a todo, ya fue una de las peticiones especiales que el mismo Galiñanes hizo. Y como coincidía con una de las directrices que Plaza siempre había seguido de su maestro, José Luis Cuerda, pues siguieron adelante.
El guion es original de Juan Galiñanes, aunque pronto se sumó al proyecto el celebérrimo Jorge Guerricaechevarría (con más de 7 nominaciones al Goya de las que ha ganado una, “Celda 211” (Daniel Monzón, 2009), tiene a sus espaldas los guiones de películas como “El día de la Bestia” (Álex de la Iglesia, 1995), “La comunidad” (Álex de la Iglesia, 2000), “El niño” (Daniel Monzón, 2014) o “Cien años de perdón” (Daniel Calparsoro (2016)).
El director, Paco Plaza, como ya comentábamos antes, ha participado en la dirección de “El Ministerio del Tiempo” y es autor de “Verónica” (2017), “Rec” (2007), “Romasanta” (2004), que es la única película, junto a ésta, con guion ajeno. Se percibe que es un hombre que viene del terror y cuyas bases técnicas y creativas proporcionan el ingrediente definitivo para que esta película pase de ser sobresaliente a imprescindible.
Siempre me ha gustado que aunque un director se incline más por un género, no sea eso lo que lo define, sino simplemente la capacidad de contar buenas historias. En cualquier registro. Él alude a que busca principalmente “entretener y emocionar”. Dos requisitos básicos para Plaza. Añade además que “si aburres, fallas en la labor como cineasta”. Es un director crudo porque la vida lo es. Ni más, ni menos.
Nuestra calificación: (4/5)
“I know you, I kept with your face. But you were dead”