YO NO SOY MADAME BOVARY (2016) de Feng Xiaogang

“Una velada crítica a la deshumanización de la maquinaria burocrática del gigante chino”
En la última edición del Festival de San Sebastián sorprendió a muchos que dos de los premios principales (Concha de Oro a mejor película y premio a mejor actriz protagonista) recayeran sobre una cinta china cuyo primer rasgo distintivo es lo llamativo de su formato visual, pero que más allá de eso esconde otras lecturas diferentes que le otorgan un especial valor.
¡Yo no soy Madame Bovary! está narrada a la manera de un cuento tradicional, casi una fábula. De ahí que utilice recursos como la voz en off que va desgranando el relato o, especialmente, el uso de un formato circular que acerca la narración a los dibujos tradicionales de la dinastía Song, que se remontan al siglo XVI. Precisamente en esa época se sitúa el origen de la leyenda de Pan Jinlian, arquetipo de la mujer fatal en la tradición china que puede equipararse con el de Madame Bovary en nuestro imaginario, de ahí que para su comercialización internacional se haya optado por rebautizar con ese título de resonancias “flaubertianas” el original de la novela de Liu Zhenyun, que también ejerce como guionista del film.
Más allá del juego de formatos (circular para las escenas rurales y cuadrado cuando la narración se traslada a Pekín para terminar con el formato panorámico en las últimas escenas del film), lo interesante de “Yo no soy Madame Bovary” es cómo utiliza la sutileza y la ironía para hablar de las contradicciones de un país tan complejo como China, cuya maquinaria burocrática convierte la reivindicación de Lian (que reclama como falso un divorcio que acordó con su esposo para poder acceder a una vivienda) en una especie de odisea kafkiana que se prolonga durante más de una década, y cuyo desarrollo va desvelando ciertos usos y tradiciones en el comportamiento de los funcionarios públicos que sirven para hacer una velada crítica a la deshumanización existente en el gigante asiático.
Así, la epopeya de Lian (interpretada por Fan Bingbing) sirve como ejemplo visible de la lucha del individuo contra el aparato del Estado, representado por personas que luchan por mantener su propio estatus por encima de todo, incluidos los intereses de los ciudadanos. Por eso, el tono de comedia naif que adopta la película en ocasiones, así como el distanciamiento provocado por lo audaz de su empaque visual, no deben impedirnos ver que la película de Feng Xiaogang esconde bajo su superficie muchos más matices de los que podríamos pensar en un principio.
“A criticism of the dehumanization of the bureaucratic machinery of the Chinese giant”