TRATAMOS DEMASIADO BIEN A LAS MUJERES (2024) de Clara Bilbao
“Hay días en los que las mujeres notamos cosas en el aire”
Eso es lo que dice el potentísimo personaje de Remedios, interpretado por Carmen Machi y que, de alguna manera, deja ver qué es lo que piensa gran parte del equipo que ha hecho posible esta película. Entre otros, Clara Bilbao –la directora–, ganadora de tres premios Goya por su trabajo en el departamento de vestuario y directora de varios cortometrajes. De hecho, fue presentando uno de ellos (“Prohibido arrojar cadáveres a la basura”, 2014), sin ir más lejos, donde Antonio de la Torre le dijo que contara con él si alguna vez dirigía un largo.
Pues, listo. Ya tenemos los comienzos de lo que terminará siendo un repartazo: Luis Tosar, Isak Férriz, Oscar Ladoire, Julián Villagran, Diego Anido, Cris Iglesias, Camilo Rodríguez, Oleg Kricunova, Ayax Pedrosa, Gonzalo De Castro, Iván Marcos, Nicolas Grandhomme, Felipe Pirazán o Juan Luis Cano.
Si nos propusiéramos clasificarla dentro de un género, pues lo tendríamos bastante complicado. Según su guionista, Miguel Barros –guionista también de “Gigantes” (Urbizu) o “Nadie quiere la noche” (Coixet)–, define esta película “como una que se agarra a un género, lo mastica y después lo escupe”.
Ya sabemos que se basa en la novela de Raymond Queneau –publicada a finales de los años cuarenta–, donde el autor trataba de traer a Europa el pulp, que ya se desarrollaba en Estados Unidos. Barros ha adaptado la obra a nuestra patria y su contexto, cambiando el alzamiento de Semana Santa en Dublín por la invasión fallida del Valle de Arán. Barros, que llevaba tiempo queriendo hacer una película sobre los maquis, vio una oportunidad perfecta. Y le dio una vuelta de tuerca más. Porque, según él, “la izquierda siempre ha tenido poco sentido del humor contra sus mitos”.
Esta cinta, siempre con un punto macarra, sexual y feroz, con ese surrealismo estrafalario, no pretende aleccionar ni, por supuesto, ser políticamente correcta. Aunque bien es cierto que los mensajes se me antojan contradictorios –como me sucede en la vida misma, por otra parte–, por lo que el propósito está más que bien ejecutado.
Clara Bilbao asegura que el tono propuesto en “Tratamos demasiado bien a las mujeres” le encanta –la tragedia desde el humor, el absurdo que tanto caracterizaba a Cuerda–. Ella quería hacer un metraje feminista sin pensar en hacer nada femenino. Se refiere al personaje de Remedios, puesto que “el machismo traslúcido que sufre ella es uno de los peores y de los más difíciles de denunciar. Sabemos que hay muchos y que la violencia o el acoso son delito, pero la condescendencia y el paternalismo es algo que se explica muy bien en esta historia”. Y “es que la masculinidad no se da por hecho. Se trabaja”. O algo así. Por supuesto, siempre apostaré por otros géneros no tan vinculados a las mujeres directoras. En esta ocasión, tiroteos a ritmo de “rock & roll”.
Sin embargo, hay cuestiones que no terminan de cuajar, situaciones rocambolescas que pretenden provocar una sonrisa y que no siempre lo consiguen o personajes que no terminan de construirse del todo pese a que los que lo interpretan ponen todo su empeño. Tengo la sensación de que en el guion se han escrito chascarrillos que no funcionan al probarse en alto o que, al menos, no tienen toda la vida que se les presume. Y es que en esta “revolución confusa” donde el loco “siempre” tiene la razón, y algunos siempre “están en el lado equivocado de las cosas”, se hace una reflexión sobre el mal, la condición humana y, sobre todo, el contexto que la determina. Que “el mal esté ahí y no seamos capaces de verlo” es una cuestión que atormenta a Antonio de la Torre. Quizás por eso escogió participar en este Premio ASECAN ópera prima en Málaga.
Era muy arriesgado lanzarse al vacío en un debut mezclando a Cuerda, una pizca de Berlanga y, por supuesto, un toque de Alex de la Iglesia. Y, claro, un amor bastante grande a Tarantino. A veces funciona, pero otras veces te saca de la pantalla con la cara torcida.
Aunque solo sea por ver a Carmen Machi –una novia “tarantiniana a lo Valle-Inclán”– y a un Antonio de la Torre con el ceño fruncido en su mayor parte –pero tremendamente exquisito en su personaje–, cuyas interpretaciones son especialmente destacables, logrando crear en el espectador una imagen prototípica de la que será dificilísimo olvidarse.
Contenidos y maquetación: María José Sala
Nuestra calificación: (3/5)