EL OTRO LADO DE LA ESPERANZA (2017) de Aki Kaurismäki
“Jamás perdamos las ganas de vivir”
El mundo está lleno de buenas y malas personas. De corazones rebosantes de bondad y de almas oscuras. El director finlandés Aki Kaurismäki lo sabe y lo deja plasmado en su película.
El autor, hombre parco, de pocas palabras aunque muy reconocido en las esferas del cine independiente por cintas como “Un hombre sin pasado” (2002) presentó en la última Berlinale su cinta y después de verla, me extraña que no ganara el Oso de Oro, sinceramente.
“El otro lado de la esperanza” aborda de una forma muy particular el delicado y doloroso tema de los refugiados. Presenta dos historias en principio inconexas, por un lado, la historia de un vendedor de camisas de mediana edad finlandés llamado Wikström (interpretado por Sakari Kuosmanen). Que decide divorciarse de su mujer, dejar el negocio e invertir el dinero que gana en una turbia partida de póker en un restaurante venido a menos con sus pintorescos empleados incluidos en el trato.
Por otro lado aparece el personaje de Khaled (Sherwan Haji) un refugiado sirio que llega a Helsinki metido de polizón en un carguero de carbón. Khaled decide pedir asilo para no tener que volver a su país, sumido en una guerra cruel y sangrienta de la ya que todos sabemos. Pero más que nada, Khaled desea encontrar a su hermana, de la que se tuvo que separar forzosamente en una de las múltiples fronteras por las que tuvieron que pasar.
Las historias de estos dos personajes giran y giran a lo largo de la película hasta llegar a converger; al pobre Khaled le pasa de todo y casi nada bueno, hasta que topa con el bueno de Wikström, que se apiada de él y le da techo, comida y un trabajo en su restaurante.
La estética de la película que es súper “kitsch”, la ambientación, parca y fría, nos revelan como son por aquellas tierras. Los personajes son fríos, serios, muy pragmáticos, algo que choca con la forma de ser de los personajes sirios, por supuesto, mostrando ese choque cultural de una forma intencionada. Las pausas del guion con momentos musicales, dotan de agilidad a la película, aunque sigue haciéndose densa y larga.
Quizá lo mejor de la cinta sean los momentos de humor casi surrealista y satírico que tiene, que dan un respiro a una película dura, pero necesaria.
En mi opinión, el mensaje que el autor quería proyectar, además de sensibilizar al espectador del auténtico drama que viven los refugiados dentro y fuera de su país, es que el mundo se encuentra poblado de almas buenas, pero también de malas. Y la esperanza, la ilusión y las ganas de vivir y ser felices debe ser el elemento común que nos una a todos nosotros, los seres humanos que habitamos este bello mundo.
Ya solo por cómo está ejecutado el desenlace del largometraje, duro, pero dejando una buena sensación en el cuerpo, merece ser visto este filme.
«Never lose the desire to live»