BELLA DURMIENTE (2016) de Adolfo Arrieta
“Une partie de campagne en tarro de barraca de feria”
Érase una vez que se era -permitidme la licencia- los directores ufanos de hacerse llamar “indies” predicaban al vulgo, desde lo alto de sus púlpitos con motivos en pan de oro, preceptos de cuartas paredes, mutismos extradiegéticos, fueras de campos y demás milongas “gafa pastiles” en aras de satisfacer, primero, los parámetros formales de festivales “sundanceros” y segundo -ya si eso- el deseo inmemorial de acercar el cine al tan trillado concepto de realidad. Lo que estos autores no sabían es que su intención soberbia de articular un nuevo lenguaje fílmico no hacía sino emborronar las inscripciones doradas sobre las que apoyaban sus pies de artista. Las tablas de la ley que dioses como Méliès o Griffith cincelaron cientos de años ha.
El cine había muerto hace mucho. Eso era así. Sin embargo, dichos agentes del cambio optaban incansables por reanimarlo con una generosa pátina de veracidad mal entendida. El arte que ruinmente manipulaban había nacido con forma de sueño. El texto sobre el que garabateaban hablaba de espacios pictóricos habitables, de demonios, de hadas, ogros, y viajes a la luna dibujados -nunca mejor dicho- con el “2D” del inconsciente colectivo. La ilusión de la realidad era eso, ilusión. Aquellos que una vez llevaron boina (no por mero postureo) y accionaron la manivela de un cinematógrafo optaron, sin saberlo, por una forma pura de representación basada en algo aparentemente impuro, la imaginación, la irrealidad. En eso, llegó Ado Arrieta y dijo a voz en grito aquello de “tomad y bebed todos de él” pues este es el camino más rápido a la verdad, ¡adormilados!
Nuestra calificación: (4/5)
“Une partie de campagne in jar of fair booth”