EL HIJO DE SÁUL (2015) de László Nemes
«¿Cuál es el motivo de tu presencia aquí, si puedo preguntar? – Limpiar»
Auténtica y magistral ópera prima del director húngaro László Nemes. Estamos en cambio ante una película realmente angustiosa, asfixiante y dura de ver donde las haya, que nos muestra escenas espeluznantes que, por desgracia, fueron bastante reales, ya que cuenta la historia de Saul Ausländer (Géza Röhrig), un judío húngaro que en 1944 fue miembro del denominado «Sonderkommando» en el campo de concentración de Auschwitz, encargado de «limpiar» las pertenencias y los cadáveres (aquí llamados cruelmente «piezas») de los judíos conducidos a las cámaras de gas de ese tristemente famoso campo de concentración de Polonia.
La oscura existencia de Saúl, de repente, un día se iluminará encontrando un objetivo que dará sentido a su vida y que deberá cumplir a toda costa al descubrir el cuerpo agonizante de un niño que, sorprendentemente, ha sobrevivido a la cámara de gas. Inmediatamente se obsesiona con él, ya que lo asocia con su hijo desaparecido, e intentará de todas las maneras posibles darle sagrada sepultura por el rito judío, por lo que necesitará la ayuda de un rabino que no dejará de intentar encontrar en medio del horror más absoluto que le rodea.
Aparte de esta realista y truculenta trama, es digna de destacar la factura técnica del film, que, rodado en formato antiguo del cine mudo de 1:33 (4:3 en el formato televisivo), muestra unos planos secuencia entrelazados en los que el centro del objetivo de la escena es la imagen de Saúl (el actor no profesional Géza Röhrig que realmente borda su papel). El resto de las imágenes del encuadre pasan a estar intencionadamente desenfocadas y los sonidos debido a esto pasan a ser extremadamente importantes porque gracias a ellos se puede imaginar lo que no se ve, sonando como verdaderos latigazos que escenifican el horror en su estado más absoluto de esta fábrica de muerte. Esta técnica de «coreografía audiovisual» consigue dar una sensación de angustiosa realidad que nos muestra el lado trágico de esta triste parte de la historia del holocausto judío y todo ello casi siempre fuera de cuadro.
Estamos sin duda ante una película diferente a la hora de abordar un tema tan excesivamente manido como es el exterminio judío por parte de los nazis. Cierto es que la historia recuerda un poco a esa joyita casi desconocida que es «La zona gris» (2001) de Tim Blake Nelson, pero me parece brillante esta manera intencionada que tiene y defiende el director Laszlo Nemes de no mostrarlo todo, ya que, según él, el hecho de enseñar más al espectador lo que consigue es el efecto contrario, ya que suaviza y hasta incluso reduce el significado trágico que se quiere transmitir. Todo esto fuerza al espectador a que se identifique con este sufrimiento y se sienta inmerso dentro de este absoluto infierno genocida mostrado como si nos encontráramos ante un reportaje de cámara en mano que sigue al protagonista, evitando todo tipo de sentimentalismo para que se intente ver de una manera objetiva con el alma y no con los propios ojos.
Hay que ensalzar como se merece la excepcional interpretación de un actor no profesional como es el húngaro Géza Röhrig, en el rol de Saúl, llevando a cabo un papel a la altura de las mejores interpretaciones. Es curioso cómo sólo ha sido reconocido como tal en la nominación como mejor actor principal de los premios de la asociación de los críticos de cine estadounidense, no siendo considerado de esta manera en ningún otro festival o premio cinematográfico, aunque se rumoreó que podría ser galardonado como mejor actor principal en los premios Óscar, reconociendo de esta manera no sólo la calidad del film, sino también la labor actoral. Tal como pasó con «La vida es bella» (1997) de Roberto Benigni, esto no ha ocurrido, pero no quita ningún mérito a este desconocido actor que interpreta uno de los mejores papeles protagonistas del año.
Película muy explícita y dura de ver, pero que, sin duda, se puede considerar como una auténtica obra maestra. Los múltiples galardones que ha conseguido este año son un buen síntoma de ello: el gran premio del jurado del festival de Cannes es un claro ejemplo, además de ser la reciente ganadora del globo de oro como mejor película extranjera y una de las claras favoritas para conseguir ese mismo galardón en los próximos premios Óscar.
Film que pude ver en el pasado festival Fancine de Málaga que contó con una excelente programación y que muestra el buen momento que está teniendo en la actualidad el cine húngaro, bastante desconocido para la mayoría del público, ya que nos ha ofrecido recientemente, aparte de esta obra maestra, interesantes películas como «White god» (2014) de Kornél Mundruzcó y la todavía inédita en nuestro país «Liza the fox-fairy» (2015) de Károly Ujj Mészáros, ganadora absoluta en la última edición de ese otro gran festival que es Nocturna, Festival Internacional de Cine Fantástico de Madrid.
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