EL HOMBRE QUE MATÓ A DON QUIJOTE (2018) de Terry Gilliam
“La cordura es relativa”
“El hombre que mató a Don Quijote” es, sin duda, Terry Gilliam (ex Monty Python), al atreverse a estrenar esta propuesta tan original como estrafalaria, excesiva y agotadora, solo recomendable para quienes se arriesgan a propuestas que se salen completamente de lo normal porque, a buen seguro, a la mayoría les será difícil de soportar. Únicamente la primera media hora puede considerarse llevadera (el metraje se extiende hasta 133 minutos eternos).
En los compases iniciales nos presenta a Toby, un director estadounidense que años atrás rodó en tierras manchegas su trabajo de fin de estudios, una modesta película inspirada en el clásico de Cervantes interpretada por los lugareños. Ahora ha regresado con toda la parafernalia de Hollywood y aprovechará la estancia para reencontrarse con quien fue su protagonista, que desde entonces vive en la fantasía de ser la encarnación del ingenioso hidalgo. Este antiguo zapatero lo toma a él por Sancho Panza en lo que supone el comienzo de una serie de increíbles y extravagantes peripecias.
La introducción abre unas expectativas que nunca se corroboran, porque la cinta zozobra estrepitosamente superados los preámbulos. El propio cineasta británico parece contagiarse del delirio del caballero de la triste figura y va reinterpretando a su aire los episodios más conocidos de la obra cervantina, además de manipular ciertos tópicos y tradiciones españolas a su antojo, resultando especialmente chirriante en este aspecto.
A las descabelladas andanzas se suma una parcela romántica sobre la que construye la indigerible parte final, una bufonada desproporcionada que remata con un epílogo de vergüenza ajena.
Lo anterior no quita para apreciar los muchos medios invertidos y el mérito de la dirección de fotografía que saca partido a unas localizaciones muy apropiadas aunque totalmente desaprovechadas.
Igualmente, dentro del despropósito generalizado, hay que salvar el esfuerzo y compromiso del veterano Johnathan Pryce, que eclipsa a sus compañeros de reparto, entre los que encontramos a Adam Driver, Stellan Skarsgård, Olga Kurylenko y a los españoles Óscar Jaenada, Jordi Mollá, Sergi López y Rossy de Palma, quienes asumen personajes verdaderamente patéticos
Esta producción nació como un proyecto que parecía maldito, cuando se intentó levantar hace dos décadas y ha terminado en consonancia con el mal fario que ha ido arrastrando.
Nuestra calificación: (1/5)
“Sanity is relative”