LA MUERTE DE LUIS XIV (2016) de Albert Serra
“Dad a Dios lo que necesite. Vivid en paz con nuestros vecinos. Que sea alabado Dios por vuestros vasallos e intentad aliviar a vuestro pueblo”
Es asumido que el cine de Albert Serra es un cine complicado y poco accesible para el espectador en general, teniendo comúnmente una buena llegada para la crítica. Dentro de su filmografía, “La Muerte de Luis XIV” tal vez sea la película que más haya conseguido equilibrar las 2 partes que no todas las veces van en la misma línea: crítica y público. El film es más asequible y cercano para el espectador, sin perder su identidad y su firma personal. El proyecto que finalmente nació como una película y que inicialmente iba a ser una exposición – “performance” en el centro parisino Pompidou, relata los últimos 14 días de vida de Luis XIV, probablemente el rey francés más mediatizado en la historia de la monarquía francesa.
La película empieza con el ruido prácticamente gutural del arrastre de una silla de ruedas, correspondiente al último paseo del monarca absolutista por sus suntuosos jardines, siendo la única escena en exterior que posee el film. Los siguientes 117 minutos se desarrollaran en la habitación del “Rey Sol” y en las cámaras accesorias a la misma, donde sus numerosos asistentes y médicos se preocupan, cuestionan los métodos y casi hacen metafísica de la medicina. El filme, usando primeros planos, centra la atención en el rey absolutista protagonizado por Jean-Pierre Léaud, el niño fetiche de Truffaut y la “Nouvelle Vague”, que está vez pasa a un papel de senectud extrema. Pudiendo andar o al menos tenerse en pie, a medida que pasa el tiempo el rey va decayendo hasta quedarse totalmente postrado, de la misma manera que su apetito va flaqueando, así como el habla. Mientras su gabinete recurre a todo tipo de recursos para evitar lo que parece desde un primer momento ineludible, improrrogable: cambios en la alimentación, diferentes corrientes médicas (más que interesante esta faceta del film, para la historia de la medicina), pociones, curanderos, sacerdotes y cardenales e incluso al famoso vino de Alicante, nombrado como tal en el film, y que se conoce que era una predilección caprichosa de “Sire”. Sin sonido salvo los del ambiente de palacio, hay solamente una pieza sencilla clásica que suena en el momento en que Luis XIV bebe el citado vino, mientras mira fijamente a la cámara, como si mirase al espectador y transmitiendo de una forma certera el verdadero ocaso de una figura histórica. Finalmente fallece, como se sabe y el mismo título desvela, con una escena final fabulosa de la misma autopsia del rey y la total imposibilidad de su médico personal (Patrick d’Assumçao) de, por un lado, no haber podido prevenir el fallecimiento y, por otro, emitir un diagnóstico claro a posteriori. Se dice que fue una gangrena a raíz de una herida de un pie, que se podría achacar visto lo visto en el film, dado su sed continúa y la lesión incurable en el pie a una más que probable diabetes. Ahí dejo el “Quiz» galénico.
Técnicamente el film es distinguido en cuanto a iluminación, manejo de los interiores, vestuario y del repertorio de intérpretes, sobretodo de Léaud, al que no le hace falta el lenguaje para expresar su progresivo decaimiento y pequeños atisbos de lo que fue en su día un rey que se autoproclamaba prácticamente un Dios, que en este caso no es más que como se suele decir, otro peón que va a la caja de fichas devoradas.
A parte de lo mencionado, la película no aporta nada más. No destaca por un sólido argumento, una introspección muy profunda de los personajes o una historia relevante y que sea digna de recordar o tener en cuenta. Más que un largometraje, se podría encuadrar en una pieza de arte experimental de lo que sería el marchitamiento hasta morir no de una persona cualquiera, sino de un personaje histórico fundamental; pero sin ir más allá de lo anatómico y fisiológico que acompaña al ocaso de un individuo y despojándola de cierta humanización y sentimiento, proporcionando una especie de acompañamiento procesional general de toda la corte hacia algo inevitable, destacando su tinte ceremonial. Se podría decir que Albert Serra ha trasladado al cine una exposición artística bastante adaptada al formato, pero que difícilmente puede competir con lo que realmente aportan otros largometrajes y el cine en general.
“Give back to God what you owe him. Make peace with your neighbours. Make your people devoted to him. Try to console them”