LA PELÍCULA COMERCIAL DE LA SEMANA
JOHN WICK: PACTO DE SANGRE (2017) de Chad Stahelski
“¿Y todo esto por un p*** perro?”
Hubo un tiempo, para algunos felizmente superado, en el que proliferaban las “action movies” como setas tras un día lluvioso. Eran los años 80, la década de la implantación en Occidente de las políticas conservadoras que dieron lugar a un nuevo auge del cine de evasión. Tiempos felices para los Van Damme, Stallone, Seagal o Norris, los nuevos héroes de la lucha contra el infierno rojo (el Telón de acero todavía existía) y, en general, contra todo lo que supusiera una amenaza contra el “statu quo”. Lo que todas estas películas tenían en común era un argumento trazado con brocha gorda, un mínimo hilo conductor que sirviera de fondo a las exhibiciones físicas de sus protagonistas, que seguramente no sabrían hacer una división con decimales pero sí manejar todo tipo de armas como si fuera lo más sencillo del mundo. Y sobre todo un “body count” del que se perdía la cuenta a partir de la segunda docena.
Cuando hace un par de años se estrenó “John Wick (Otro día para matar)” (Chad Stahelski, 2014), eran evidentes las referencias a ese tipo de cine ya añejo y algo trasnochado, pero que sin embargo sigue teniendo un pequeño hueco en el espacio de nuestro corazón reservado a los placeres culpables. Esa historia del ex asesino a sueldo (Keanu Reeves) que vuelve de su retiro porque unos gánsteres de poca monta le han robado su coche y matado a su perro (sic) tenía el encanto de ese conocido sabor a cine de acción del pasado, incluyendo algunas llamadas a un thriller más “culto” como podía ser el “Círculo rojo” (1970) de Jean-Pierre Melville.
Contra todo pronóstico, la película funcionó bien, y esto animó a Chad Stahelski (que había sido doble de acción de Reeves en la trilogía “Matrix”, en otro dato feliz que envuelve la película) a lanzarse a grabar la secuela. Y lo que encontramos en “John Wick: Pacto de sangre” es una versión mejorada, aumentada y alimentada con esteroides de la primera parte, que empieza justo en el momento en el que acabó esta pero que supera a su predecesora en intensidad y carisma. La segunda parte de “John Wick” es una película casi abstracta, en la que se ha eliminado toda referencia al mundo “real” (parecería que nuestro mundo está conformado exclusivamente por asesinos, con sus propios códigos y reglas) para ofrecer un espectáculo de violencia pura. La aplicación de virguerías digitales a las escenas de disparos está concebida para hacer babear a los fans del cine de acción de la nueva generación, aquellos que son incapaces de mantener la atención en la pantalla si hay diálogos de medio minuto. Por eso, no es casual que la estética de “John Wick” sea tan similar a la de un videojuego (las referencias a “Payday”, en las que Wick es un personaje jugable están ahí), porque en estos tiempos ya no se puede obviar el maridaje entre ambas industrias. Así, “John Wick” representa el sueño lúbrico de todo “gamer”, en el que el personaje domina todas las maneras de hacer daño habidas y por haber y ha perfeccionado el tiro en la cabeza como una de las bellas artes. Por el camino nos hemos dejado una película hiperbólica, deliciosamente exagerada e increíble pero que sin embargo nos deja con ganas de una tercera parte. Porque “John Wick” es puro cine de la posmodernidad. Puro siglo XXI.
Nuestra calificación: (4/5)
JOHN WICK: CHAPTER TWO (2017) by Chad Stahelski
«And all this for a f *** dog?»
There was a time, for some happily overcome, in which proliferated the action movies. It was the 80s, the decade of the establishment in the West of the conservative policies that gave rise to a new rise of the cinema of evasion. Happy times for the Van Damme, Stallone, Seagal or Norris, the new heroes of the fight against the red hell (the Iron Curtain still existed) and, in general, against everything that supposed a threat against the «status quo». What all these films had in common was a uneven plot, a minimum plot that served as a background for the physical exhibitions of its protagonists, who surely wouldn’t know to make a division with decimals but yes to handle all kinds of weapons as if it were the simplest thing in the world. And above of all a body count from which the account was lost after the second dozen.
When a couple of years ago «John Wick” was released (Chad Stahelski, 2014), the references to this type of cinema were already old and somewhat dated, but nevertheless still has a small gap in the space of our hearts reserved for guilty pleasures. That story of the former hired assassin (Keanu Reeves), who returns from retirement because some small-time gangsters have stolen his car and killed his dog, had the charm of that well-known action-film flavor of the past, including some details of a more «cult» thriller as could be the «The Red Circle» (1970) by Jean-Pierre Melville.
Against all odds, the film it worked very well, and this encouraged Chad Stahelski (who had been stuntman of Reeves in the trilogy «Matrix») to launch itself to record the sequel. And what we find in «John Wick: Chapter two» is an improved, augmented, and steroid-fueled version of the first part, which starts right at the time it ended but surpasses its predecessor in intensity and charisma. The second part of «John Wick» is an almost abstract film, which has eliminated any reference to the «real» world (it would seem that our world is made up exclusively of murderers, with its own codes and rules) to offer a show of pure violence. The application of digital effects to the scenes of shots is conceived to make drool to the fans of the cinema of action of the new generation, those that are unable to maintain the attention in the screen if there are dialogs of half a minute. So it’s no accident that the aesthetic of «John Wick» is so similar to a video game (references to «Payday», in which Wick is a playable character are there), because in these times you can not to avoid the union between the two industries. Thus, «John Wick» represents the dream of all gamer, in which the character dominates all the ways to do damage and has perfected the shot in the head like one of the fine arts. On the way we have left a hyperbolic film, deliciously incredible but that nevertheless leaves us wanting a third part. Because «John Wick» is pure cinema of postmodernity. Pure 21st century.
Traducido por: Eduardo Llorente.
Our rating: (4/5)