LEJOS DEL MAR (2015) de Imanol Uribe
“No se trata de perdonar, sino de conseguir olvidar”
Si hay un tipo de cine que me gusta es ése que te hace reflexionar, que no te deja indiferente, que sales de la sala y te cuesta dejar de pensar en lo que has visto, que te remueve y te cambia de alguna manera. Y aún más si hablamos de un cine valiente, que no se amilana ante las posibles consecuencias al tratar temas comprometidos y se atreve a contar historias que sin duda generarán controversia, pero que son necesarias. Creo que este cine es esencial en cualquier sociedad que desea avanzar y me alegra que haya directores como Imanol Uribe que estén dispuestos a arriesgar.
Estamos ante una película cruda, difícil, que a veces llega a causarnos incomodidad o desasosiego y que cuenta una historia de superación, de cómo alguien puede seguir viviendo después de un hecho que marca su vida. De la dificultad que conlleva el olvidar y de la difícil tarea del perdón. Y se cuenta desde ambos lados, desde el lado de la víctima y desde el lado del verdugo. Eso sí, lo que no es en absoluto es una historia de amor.
Los dos personajes principales están encarnados por Elena Anaya y Eduard Fernández, y creo que no me equivoco si afirmo que son dos de los mejores actores que tiene actualmente el cine español. Ambos interpretan a dos personas marcadas por el pasado, con conflictos personales de gran envergadura, y ambos están brillantes.
Puede que sea la interpretación más excepcional y difícil que he visto de Elena Anaya. Entrar en la mente desequilibrada de Marina, una víctima de ETA, ha debido ser un arduo trabajo para la actriz. A lo largo de la trama quizá haya alguna actitud de Marina que nos resulte sorprendente, pero ahí radica la complejidad de cada persona y la diferente forma en la que los traumas nos llegan a afectar e incluso a perturbar. El trabajo de Elena Anaya es, sin lugar a duda, merecedor de todas las alabanzas posibles.
Eduard Fernández es Santi, un ex etarra arrepentido y recién salido de la cárcel. Vemos en él el conflicto del arrepentimiento y la culpa, de cómo seguir viviendo cargando ese peso sobre su espalda. Una interpretación magistral, solo a la altura de talentos interpretativos como el de Eduard.
Pero además de estos dos personajes protagonistas, la película cuenta con un elenco de secundarios de lujo. Algunos de ellos con más peso en la trama, como son el marido de Marina interpretado por José Luis García-Pérez y el compañero de cárcel de Santi, un yonqui, que interpreta un Ignacio Mateos que perdió 20 kilos para encarnarlo, o su padre, Juan Motilla. Completan el reparto Verónika Moral que aporta un aire fresco a la trama, Olivia Delcán, Susi Sánchez y Teresa Arbolí entre otros.
La crudeza de la película e incluso la desazón que a veces nos genera pueden también ser debidas a que la banda sonora es inexistente. No hay música, el sonido que habitualmente acompaña a las escenas es el de las olas del mar rompiendo en la orilla de la playa de la costa almeriense donde está rodado el film.
Tuve la suerte de asistir a un coloquio junto al director y el reparto donde nos contaban que durante el rodaje la película estaba viva y en pleno crecimiento y evolución. Rodaron durante el otoño de 2014 en Almería y pasaban muchas horas todos juntos en las que hablaban de la trama de cada uno y cada actor aportaba y contribuía al desarrollo de su personaje. Y creo que eso se aprecia en la película, porque pese a lo inverosímil a veces de ciertos comportamientos o reacciones, de lo que no hay duda es que el actor cree en ellos, porque llega a transmitirlo y hace que no nos resulte tan ilógico.
La película fue presentada en el Festival de San Sebastián en 2015, y sin embargo ha tenido que pasar un año para que se estrene en salas. Y aunque no hay motivo confirmado, me da la impresión que todavía existe en nuestra sociedad miedo a que se expresen abiertamente opiniones o se generen debates sobre temas controvertidos. Pese a que además, la película habla de sentimientos, de personas, de cómo el conflicto y la sociedad afecta a cada una de las partes, pero en ningún momento aborda temas de índole política.
«It’s not about to forgive, but get to forget”