MIMOSAS (2016) de Oliver Laxe
“Si tú lo haces bien, yo lo haré mejor”
El director francés de padres españoles y afincado en Marruecos, Oliver Laxe, nos muestra en su último largometraje, “Mimosas”, la reflexiva y personal interpretación que puede tener en ocasiones el cine. No estamos hablando de una película que navega en la línea de la complejidad onírica de David Lynch, Buñuel o algunas entregas de Fellini, sino de un film que circula en el paralelismo entre dos historias entrelazadas y con un final común, en la que es difícil vislumbrar cuál es el tiempo real de la narración (si estamos en la actualidad o siglos atrás), la verdadera realidad o si es una ilusión de uno de los personajes que hace de puente entre ambas historias aparentemente inconexas.
El filme empieza con una especie de subasta en plena calle, en la que un capataz trata de arrendar a empleados, que supuestamente son los mismos habitantes de un poblado, para conducir taxis. Estos vehículos, circulan por el desierto como si fuesen caravanas o convoyes de tuaregs o beduinos, pero con ruido mecánico y levantando polvo de una forma plástica. Nadie sabe con certeza la acometida de los automóviles, ni ruta, ni propósito. El citado capataz le da la tarea a Shakib (Shakib Ben Omar), de guiar y asegurarse de que, en una especie de mundo paralelo, una expedición que trata de llevar a enterrar a un Sheikh (líder religioso árabe) en la ciudad de Sijilmasa, llegue y cumpla el objetivo, cruzando la cordillera del Atlas marroquí. Esta caravana está liderada por 2 jóvenes que dicen conocer el camino, sin ser cierto: Ahmed (Ahmed Hammoud) y Said (Said Aagli), para así hacerse con el pago de dicha contienda. El lazarillo que parece que haya viajado en el tiempo, Shakib, y cuya máquina sea uno de los polvorientos taxis, aparte de guiarlos a la sepultura del cadáver, ha de procurar que Ahmed acabe con vida; sin conocer el camino a Sijilmasa y siendo su primera misión.
Difícil en la interpretación y compresión, uno puede caer involuntariamente en evocar, al leer el argumento del film, a la novela “Mientras agonizo” de William Faulkner; en la que una familia de un estado sureño de Estados Unidos se dispone a trasladar el cadáver de su difunta madre a la ciudad de Jefferson, como deseaba la mujer. En este caso lo peculiar y magistral de la novela es el monólogo interior de cada uno de los personajes. No es el caso de “Mimosas”. En el largometraje, el traslado del cadáver es un pretexto para urdir un escenario, donde lo más importante es la reflexión del propio espectador.
Una reflexión algo compleja, en la que se cruza un componente místico y cultural. Un viaje en el tiempo donde la simbología con matices religiosos y el acto de fe es la guía del largometraje. Un acto de fe (el film se estructura en 3 capítulos según las partes del rezo musulmán) personificado en la figura del joven guía, que no conoce el camino y por momentos se hace creer un enviado divino para orientar a los viajeros en su misión. Está atesorada de poca complejidad en los diálogos pero sí del impedimento de poder vertebrar una trama y un propósito del guion, que conlleva a una finalidad concreta, o sin más dilación, a poder otorgar una linealidad de los hechos y que permita organizar y estructurar una historia que pueda tener un sentido tangible, yendo más en línea de lo abstracto.
Se puede disfrutar de los maravillosos paisajes del desierto marroquí y de la agreste cordillera del Atlas, con una dicotomía en ciertos planos de sol, arena y nieve más que interesantes y fotográficos, además de un contraste similar entre los ríos caudalosos y la aridez del desierto.
Esta perspectiva bella y estéticamente indudable, queda en mayor o menor medida embarrada por la dificultad argumental y en la aptitud de seguirla, quedando la historia levemente inconexa en algunos aspectos y obstaculizando hasta una libre, individual y concreta interpretación de los hechos, a diferencia de las enigmáticas películas de los autores mencionados que hacen este tipo de obras surrealistas.
Es por eso que la misma sinopsis sobrevalore el film en cuanto a lo que se puede esperar. Hay que ir mentalizado de que no hay una genuina conclusión ni intención más allá del viaje místico-religioso que posee, de ahí que sea excesivamente difícil que llegue al espectador independientemente de su nivel o bagaje artístico/cinematográfico.
«If you do it right, I’ll do it better»