PREVENGE (2016) de Alice Lowe
“Matando por dos”
Me siento muy feliz de lanzarme al reto de colaborar en una web que tiene, como bandera e insignia, la calidad del cine. Es para mí un placer poder, por cuestiones de mágica casualidad, comenzar esta andadura con una película de terror, o de supuesto terror. Mi viaje comienza entrando a las 16:30 h., extraña hora, pero que se me antoja como necesario refresco para combatir el calor estival, en la sala cinco de los Cines Babel, y aunque parezca raro, con bastante afluencia de gente. La película, «Prevenge», llega a nosotros para desmontar el manido concepto de maternidad como un estado perfecto de bondad infinita y regalos en tonos pastel. La debutante, Alice Lowe, que aparte de ser una cómica muy conocida en Inglaterra, también es la actriz principal y embarazada hasta las trancas, nos presenta una historia donde la posesión del cuerpo de la madre por el de la nonata hace referencia a las posesiones infernales más alocadas.
El film narra la historia de Ruth, una mujer embarazada de siete meses que vive una vida normal y que trasversalmente asesina a gente desprovista de sensibilidad, guiada en todo momento por la voz, irritante y “granguiñolesca”, de su feto. Un cuento moderno de la soledad en el embarazo, del miedo a que la normalidad y la cotidianidad sean tan claustrofóbicos como para acabar matando. Lowe le da una patada a los estereotipos de la gestación, pues ella tiene en su seno al mal que manipula su mente, hasta transformarla en un ser despiadado capaz de asesinar con la frialdad propia de un psicópata. Ruth escoge a sus víctimas llevada por un asco irracional por algunos hombres que, en la mayoría de casos, causan náusea al verlos. Entre visitas a la ginecóloga, flashbacks de su marido en la montaña y algún guiño al humor más bizarro y negro que hayamos visto, se va desarrollando una película que navega entre la comedia más natural y el terror de esa propia naturalidad llevaba al asesinato. El terror de no atisbar nada extraño o inusual en una mujer felizmente en estado, con esa sonrisa de cariño y esa barriga que sobresale de su camiseta. Nada fuera de lugar, nada que te haga presagiar la supuesta maldad que alberga en sus entrañas. Jugar con la maternidad como elemento catalizador del film lo dota de una fuerza visual sorprendente, no solo por los giros derivados de la situación, sino por sacar del pedestal tal estado.
La directora, que aborda desde su propia maternidad el asunto, se hace valer del humor negro para escenificar actos de barbarie con suma normalidad: el asesinato de un pobre vendedor de reptiles (más cercanos al violador de menores que otra cosa…), el Dj de poca monta que maltrata a su anciana madre, donde vemos los mejores destellos de humor de toda la cinta. Ruth se erige en salvadora del mundo, una suerte de viuda negra capaz de exterminar a todos los seres que no merecen vivir, hasta que descubrimos, con un cuentagotas algo agotador, que todo obedece a una venganza, a un amor que ya no está por culpa de la decisión de otro hombre. La protagonista no solo busca la venganza en las muertes de hombre estúpidos, sino que también asesina a una mujer utilizando hábilmente su condición de pobre mujer en estado que, cómo no, necesita de la ayuda de todo el mundo por su situación de aparente vulnerabilidad.
¿Es acaso una mujer embarazada un ser necesitado de ayuda e incapaz de ser malo y vil? Lowe nos pone contra la pared con esa reflexión, que no deja de orbitar alrededor del film como un mantra, porque incluso en los momentos de mayor miedo de la protagonista, el feto, su yo interno o sus bajos instintos de vendetta, la impulsan a seguir adelante, a continuar con su cacería particular, en la que no duda en ser todo lo violenta y expeditiva que la ocasión requiera. Un elemento que genera cierta sensación de modernidad y frialdad, es la música, que nos mete de lleno en esa cabeza trastornada por las hormonas, el odio y el miedo a que los servicios sociales le arrebaten a su hija. No hay bondad en Ruth, existe ira y fascinación por matar a los que ella (o su feto) consideran culpables de todo, ese poder femenino de la purificación, de la magia, esos aquelarres que aparecen como escenas recurrentes en la pantalla con brujas y sonrisas deformadas por la pasión y la maldad. La protagonista es una bruja moderna en una danza con la muerte, cuchillo en mano, que se dilata hasta que su feto rompe aguas.
Ruth es una mujer con poder, con el poder de quitar la vida cuando le plazca, con el poder de hacer justicia de algo que no sabemos cómo fue, y que la historia no termina de aclarar. Todo trata de la soledad, del miedo al embarazo, al feto, a la pérdida. Ruth no puede con esa pérdida, no puede levantar el cuchillo sino es esa voz interior y estridente la que la acompaña en el ritual homicida. La protagonista necesita de esa energía que emerge de su interior y cuando descubre que todo era parte de su descerebrada mente, se asusta, se asombra, se queda durante unos segundos admirando la belleza de la vida, de la nueva vida que ha traído al mundo. Quizás Lowe se detiene en exceso en momentos intrascendentes y no cubre de fantasía siniestra algunas escenas que alcanzan el clímax narrativo, como la que sucede en la fiesta donde Ruth pretende, maquillada y disfrazada, acabar con la vida del monitor de escalada. Un hombre que supuestamente se lo ha quitado todo. Una escena que podía haber bailado con tonalidades más oscura, donde cada movimiento, mirada o gesto eran importantes, pero que termina de forma zafia y abrupta, demostrando que el verdadero clímax del film para la inexperta directora era otro, aunque no llegue a aparecer en pantalla en ningún momento. Podemos concluir que éste ejercicio por parte de Alice Lowe de cine de terror salpicado de humor, y con un poso de incomodidad social y moral, se queda a medio camino para lograr esas sensaciones en el espectador, aunque sí consigue que nos riamos a gusto con ese humor inglés que puede llegar a descolocar al público más despistado.
Nuestra calificación: (3/5)
“Killing for two”