UN MINUTO DE GLORIA (GLORY) (2016) de Kristina Grozeva y Petar Valchanov
«La honradez y la transparencia en un mundo corrupto»
Cuando me disponía a entrar en la sala 2 de los cines Babel de Valencia para ver «Un minuto de Gloria», poco imaginaba que iba a salir tan impresionada y con la boca literalmente abierta, exclamando… “¡qué peliculón!” e inmediatamente me puse a recomendársela a todo el mundo, incluido a Juanma que es el chico q está en la taquilla de los cines.
La película está basada en una noticia real extraída de la prensa, y a partir de ahí se desarrolla una historia increíblemente retorcida que describe perfectamente cómo funciona la maquinaria de la corrupción en cualquier institución donde haya poder.
Un apacible guardavías está realizando su trabajo y se encuentra una importantísima cantidad de dinero disperso por el suelo y decide entregarlo al gobierno. Este último monta una parafernalia ante los medios de comunicación, en el que quieren demostrar con hipocresía incluida, que hacen de Tsanko, nuestro querido guardavías, un héroe nacional por su buen ejemplo de honradez.
Pero le quitan su reloj, al que tanto adora por su connotación sentimental, para honrarle con un reloj nuevo que él no desea, y encima no funciona bien; entonces nuestro amigo reclama el suyo pero se lo pierden y a partir de ahí la cosa se complica; porque él además de honrado tiene su dignidad y no parará hasta que su reloj aparezca.
La película, a nivel técnico tiene una sobriedad y sencillez que la hacen fácil de seguir; los silencios, plenos de sonidos naturales, son de una calidad excelente. Tiene un ritmo adecuado y unos diálogos pausados que facilitan la lectura. Respecto a las interpretaciones de sus dos principales protagonistas, Tsanko (Stefan Denolyubov) y la jefa del Ministerio de Transportes, Julia Staikova (Margita Gosheva) están fabulosos y creíbles.
La película me dio para pensar en las diferentes lecturas que tiene: lo que ocurre en un mundo corrupto, cuando alguien honrado y sin miedo aparece en escena y cuenta la verdad: inmediatamente se ve envuelto en un maremágnum de situaciones en las que se le quiere hacer callar, porque la verdad, metafóricamente hablando, haría rodar infinidad de cabezas, y muchos y muchas de todos los estatus y niveles, acabarían en la cárcel. Lo que vemos actualmente en la vida real es tan sólo la punta del iceberg.
¿Merece la pena ser honrado y decir la verdad? Lo primero tengo clarísimo que si, sin ninguna duda, pero lo segundo, ¿merece la pena lo segundo?
En la mayoría de los casos, te juegas el puesto de trabajo, eso si todo va bien, pero depende de la gravedad de la corrupción, puede ser mucho peor.
¿Y luego qué? Cómo está el mundo después de todos los mártires y héroes, conocidos y desconocidos, que además de ser honrados han sido sinceros y valientes? ¿Está mejor o seguimos igual?
Porque este parece un cuento sin final, se arregla aparentemente una cosa y surge otra, igual o peor que la anterior; entonces ¿qué hacemos? ¿Qué mundo sería este si todos y cada uno de sus habitantes fueran honrados, justos, sencillos y maravillosos, igual que nuestro Tsanko?
Como experiencia personal puedo contar un caso de corrupción a nivel pequeño en el que me vi envuelta a los 24 años en mi lugar de trabajo. Yo era nueva, y una compañera veterana firmaba como que venía a trabajar conmigo los sábados por la noche, cuando realmente no venía, y cuando vi que se repetía, me armé de valor y fui directamente a ella y le dije que lo sabía todo, que firmaba como si hubiera venido a trabajar, y se me puso a chillar y a llamarme mentirosa. Cuando lo comenté a los compañeros me aconsejaron que pasara de largo, que a fin de cuentas yo era temporal, etc…
Como no hubo cambios, se lo dije a mi supervisor e hizo la vista gorda. Y siguió sin haber ningún cambio en el futuro. Eso sí, yo me quedé a gusto, aunque preocupada temiendo que me despidieran. No hizo falta, al poco me salió un trabajo mejor; aunque ese hecho se me quedó grabado para siempre, pues me parecía injusto y ruin, pero nunca más se volvió a repetir, afortunadamente. Una cosa sí sé… cada vez que he dicho lo que pienso y he actuado ante la injusticia propia o a terceros, me las he visto canutas, pero no me arrepiento de ninguna.
Y si esto mío fue a escala muy pequeña… imaginad los héroes y heroínas de causas grandes del pasado, presente y los que están por llegar.
Eso sí que es valor y muchísimo amor es el que demuestran tener en sus corazones el hecho de no importarles lo que les suceda, si la causa es un bien mayor que ellos mismos.
No te pierdas la fabulosa «Un minuto de gloria».
Seguro que te dará que pensar.
Nuestra calificación: (4/5)
«Honesty and transparency in a corrupt world»