UNA PASTELERIA EN TOKYO (2015) de Naomi Kawase
«Nunca es tarde para cumplir un sueño»
Gran película intimista, dramática y emotiva que consigue, bajo la brillante realización de Naomi Kawase, tocar la fibra sensible del espectador contando una historia que integra y personaliza a los escenarios naturales dentro de la trama como si se trataran de un personaje más aportando un toque muy espiritual a este, ya de por sí, emocional film. La joven directora Naomi Kawasi (46 años) repite esquema en su íntimo lenguaje cinematográfico mostrando, como ya hizo en su anterior largometraje «Aguas tranquilas» (2014) donde un escenario natural como el agua pasaba a ser el principal actor de de la película, los árboles, los pájaros , la naturaleza como elementos que forman una parte importante dentro de esta bella historia dando un emotivo sentido argumental que, sin ellos, restaría mucho al significado final del film si se utilizara sólo la interpretación de los actores.
La historia cuenta la vida de Sentaro (Masatoshi Nagase) un solitario hombre de mediana edad que trabaja en una pequeña pastelería en Tokio en la que sirve diariamente «Dorayaquis», un pastel típico japonés que está relleno de una pasta de judías llamada «Anko», un día aparecerá una simpática anciana llamada Tokue (Kirin Kiki) que se ofrecerá a ayudarle en la pequeña tienda de manera casi gratuita ya que lleva toda la vida preparando este delicioso postre, especialmente el anko, del que afirma tener una receta secreta y un verdadero don a la hora de elaborarlo. Sentaro rechazará en principio la ayuda de la venerable anciana pero tras una degustación de sus habilidades no dudará en contratarla pasando su pequeña tienda de la noche a la mañana en ser una de las más frecuentadas de todo Tokio. Una de las clientas que diariamente acude a tomar su dorayaki matinal es la joven estudiante Wakana (Kyara Uchida) que sirve de única amiga y consejera de un atormentado, por sus demonios del pasado, Sentaro. Después de estar un tiempo trabajando juntos en la pastelería, Sentaro y Tokue abrirán sus corazones y llegarán a tener una relación afectiva como si se tratara de una madre y un hijo, aunque debido a una observación de la joven Wakana se descubrirá que la anciana esconde un terrible secreto.
Una de las cosas más llamativas de esta gran película es como nos muestra la diferencia que existe entre la cultura japonesa y la cultura occidental, un mundo y una sociedad en muchos sentidos tan distintos de lo que estamos acostumbrados a conocer. Como el hecho de la venerable anciana Tokue que habla con los ingredientes que elabora con mucho mimo para que luego salgan más sabrosos los dorayaquis o como se comunica con los pájaros, los árboles y la naturaleza en sí, transmitiendo esa espiritualidad tan marcada de la sociedad nipona muy presente en este film, en cambio el personaje de Sentaro nos muestra quizás una parte más banal de existencia que supondría una realidad más cercana a la sociedad occidental en la que vivimos, este encuentro entre estas dos formas tan diferentes de ver y sentir la vida nos enseñará un mundo nuevo diferente y hermoso por conocer.
Esta película es una adaptación de la novela “An” del escritor Durian Sukegawa, por primera vez en la filmografía de esta prolífica directora y guionista no ha dirigido una historia que es originalmente suya, pero como bien dijo Naomi Kawase en la rueda de prensa de la pasada Seminci (donde pude visionar este precioso film) una de las principales cosas que le llevó a seguir adelante con este proyecto fue que el escritor Sukegawa a la hora de escribir la novela construyó el personaje tan maravilloso de Tokue pensando en la actriz Kirin Kiki, toda una institución en el cine nipón, por lo que fue más fácil rodar la película ya que es esta misma veterana actriz la que lleva todo el peso del largometraje, aunque esté muy bien secundada por Masatoshi Nagase en el papel del atormentado Sentaro. La joven Kyara Uchida que hace el papel de Wakana interpreta un correcto papel, aunque no llega estar a la altura de los otros dos coprotagonistas.
La verdad es que he de reconocer que, opiniones aparte, cuando vi este film en la Seminci de Valladolid consiguió tocarme de pleno la fibra sensible ya que es muy emotivo y si consigues entrar dentro de la trama y ser partícipe de ella, te transmite una espiritualidad y unos sentimientos que son buen reflejo de cómo es la filosofía oriental en sí, de hecho, me gustó todo de la película, incluyendo el personaje semoviente del canario que tiene Wakana en su casa y que se utiliza en el film como una especie de pequeño Macguffin. La banda sonora compuesta por el compositor David Hadjadj también ayuda a conseguir este efecto ya que tiene una presencia importante dentro del transcurrir del largometraje.
La filmografía de Naomi Kawase es cuando menos interesante, cineasta, escritora (guionista de todas sus películas excepto de esta última) y documentalista, sigue compaginando su trabajo en largometrajes con la filmación de diferentes documentales, ya que en sus inicios empezó como reputada documentalista, de hecho su último trabajo documental no es muy lejano: «Chiri» (2012). Conocida internacionalmente por su largometraje «Suzaku» (1997), llegó a ser la cineasta más joven galardonada con un premio en el festival de Cannes, y más recientemente es conocida por sus últimos dos films: «Hanezu, el espíritu de las montañas» (2011) y «Aguas tranquilas» (2014), que por desgracia fueron estrenados en los cines de una manera muy restringida, lo que es una lástima ya que aparte de ser una de las más reputadas cineastas del país nipón refleja como nadie la intimidad del ser humano y su unión espiritual con la naturaleza, todo ello siempre en una continua búsqueda de la identidad y de los orígenes para intentar mostrar cual es el contenido de los sueños.
Sorprendentemente la película, aun siendo una de las favoritas de la mayoría de los críticos que estuvieron presentes en Valladolid, no consiguió la máxima distinción del festival (la Espiga de oro) que fue a parar a la islandesa “Rams (El valle de los carneros)” aunque si ganó una merecido premio a la mejor dirección, en mi opinión un galardón quizás demasiado escaso para la que fue no sólo una de las mejores películas del festival sino claramente una de las mejores películas del año 2015.
“Never is late for to release a dream”