BUÑUEL EN EL LABERINTO DE LAS TORTUGAS (2019) de Salvador Simó Busom
“¿Todavía le tienes miedo a los gallos?
– Que algo que sepa volar haya conseguido ser tan sumiso no me da ninguna confianza”
Empieza la película con una conversación entre intelectuales en la que alguien se cuestiona para qué puede servir el surrealismo si no se entiende nada en él. “Va directo al subconsciente. Te cambia desde dentro”. Así empieza el que seguro será el mejor filme que veré este año. Y no hará más que mejorar.
Damos tumbos en algunos lugares como Aragón o París, pero terminaremos en la región extremeña de Las Hurdes, donde Luis Buñuel se trasladará junto con tres personas más a grabar un documental en 1933 que le cambiará la vida. A él, y quizás a todos ellos.
La vida de este director, como la de la mayoría de los que triunfan, comienza llena de adversidades que lo complican todo. Nos adentramos en esta ocasión en un laberinto que no es solo de tortugas, sino que va a parar a una espiral que acaba en uno mismo. Porque esta podría ser la historia de cualquier hombre, pero resulta que ese hombre se convirtió en Buñuel. Pero vayamos por partes, que hay demasiado que desglosar.
Tengo que reconocer, porque si no lo hago no estaría siendo honesta conmigo misma, que no soy objetiva. Esta historia no se me presenta de forma ajena, sino más bien de una manera casi personal. Primero por pertenecer al mundo del séptimo arte, pero más allá de eso, surge de una tierra que me resulta demasiado familiar: la mía. He sido fiel a cada uno de los pasos que ha ido dando esta pequeña película que ha terminado aspirando a todo lo que no hubiera parecido posible.
La presentación del personaje de Buñuel no puede ser mejor elegida. Un niño que llega el último, pero que se pone el primero. Y que cumple con su sueño, aunque le sangren las manos. Ese no es motivo alguno por el que parar. La sangre termina secándose. Es una metáfora perfecta de lo que viene a continuación.
Cuando todo está acabado (aparentemente) se presenta una oportunidad en una esquina, en mitad de la noche. A pesar de que casi todas las puertas se cierran, siempre habrá unas bisagras que no estén dispuestas a oxidarse. Seguramente las de la puerta más grande.
“Una gitana me leyó la fortuna y me dijo que no le preste dinero a mis amigos”, dice Dalí con el tono jocoso que le caracterizaba. Al contrario que su amigo Ramón Acín, el verdadero protagonista de esta historia, como bien afirma su director, Salvador Simó, quien promete pagarle el documental si acaso le tocara la Lotería. Gracias a esta anécdota que bien pudiera parecer inventada, tiene lugar una de las historias más apasionantes de amistad.
Existen muchas escenas a recordar, como esa en la que tienen que arrancarle el cuello al gallo (desagradable, claro está), que nos dejan ver, por otro lado, la sociedad existente en la época en la que se desarrolla este viaje. Unos años envueltos en machismo, vacuo intelectualismo y una perversidad hacia los animales ciertamente incomprensible en los tiempos que nos atañen ahora. Me resulta, de algún modo, una identificación del propio Buñuel con lo que él siente que el mundo hace con él.
El guionista de este exquisito largometraje, Eligio R. Montero, alude a que la carga emocional debía de ser contrarrestada con el humor, tan presente y bien traído (una sorna extremeña bastante adecuada). “La autorrealización, la búsqueda identidad, miseria, dolor, muerte, necesitaba un punto de humanidad y distensión”. Y añade el director: “hemos hecho una película sobre un joven director de 32 años que entró en las Hurdes siendo solo Luis”. Porque en cierta medida, el personaje acude a la región extremeña para mejorar como director, pero termina volviéndose lleno de humanidad.
Como es evidente y una labor complicada por el movimiento con el que está íntimamente relacionado el director, las escenas oníricas tenían que estar a la altura del resto del relato. Es toda una proeza haberlo logrado. Esos encuentros surrealistas con la muerte o la virgen María están muy bien ejecutados. Pues, como bien se intenta hacer entender, nuestros enemigos están dentro de nosotros, forman parte de lo que somos. Un director que no esté atormentado será bueno, pero no palpará la excelencia.
Existen muchos ejemplos con labor de metacine. Ese no muy lejano y buen intento de James Franco en “The Disaster Artist” (2017), “Ed Wood” (Tim Burton, 1994), “Dioses y monstruos” (Bill Condon, 1998), “The Artist” (Michel Hazanavicius, 2011) o el clásico “Cinema Paradiso” (Giuseppe Tornatore, 1988). Sin embargo, existen otros ejemplos sobre la infancia de los cineastas que también sería pertinente recordar, como “Léolo” (Jean-Claude Lauzon, 1992), “Los cuatrocientos golpes” (François Truffaut, 1959), la excelente “Verano 1993” (Carla Simón, 2017) o la maravillosa y recientísima “Dolor y Gloria” (Almodóvar, 2019), que curiosamente nos traslada a la juventud del director manchego, que pasó diez años de su vida en Madrigalejo, un pueblo extremeño.
La productora almendralejense The Glow retomó la idea del centro de Documentación de las Hurdes de hacer un cortometraje de la novela gráfica de Fermín Solís (escrita 10 años atrás) y bregó por convertirla en largometraje. Lo que parecía una locura, lleva ya cosechados: el premio especial del jurado en el festival “Animation is Film” de Los Ángeles (EE.UU) y el “Premio Feroz Puerta Oscura” al mejor largometraje de la sección oficial del Festival de Málaga.
Este trabajo en el que el 55% del equipo son mujeres, como afirma Manuel Cristóbal, “lleva a unos intelectuales parisinos a llenarse los pies del barro. Las Hurdes le dan una bofetada de realidad. Como bien continúa el productor, hemos hecho la película desde todo el cariño, pero el menor respeto, porque al final ha habido que ficcionar, como es lógico”. El productor de otra gran película de animación “Arrugas” (Ignacio Ferreras, 2011), repite también con la distribuidora Wanda y asegura que “Buñuel en el laberinto de las tortugas” ya está vendida en 35 países.
Salvador Simó, el director, alude que esta historia que es fundamentalmente de amistad contó con un equipo de casi 150 personas durante 3 años y medio cuyo casting para encontrar a los actores de doblaje “fue intenso y largo”.
Así, ese falso documental realizado por Buñuel en 1933 y surgido de la obra “Las Jurdes: étude de géographie humaine” de Maurice Legendre de 1932 obligó al director a tomar tanto cuidado de su labor con los hurdianos que montó el metraje en la cocina de su propia casa. Por ello, desechó más de de 20 minutos que creyó desenfocados y que se han usado en esta película.
Y como último dato, aunque tan válido o más que los anteriores, hacer especial mención a la exquisitísima banda sonora que le debemos a Arturo Cardelús, fiel fan de Nino Rota, el compositor de las películas de Fellini que incluso reconoce rescatar algunos tonos de la película de “Amarcord” (1973) para esta.
Así, este relato que engloba muchos en uno único, es una historia de amor a Extremadura (con planos de cigüeñas incluidos), a la amistad, al cine, al interior de un hombre con sus miedos y ambiciones, al surrealismo, a las Hurdes y su gente y, sobre todo, a las mariposas amarillas. Sin embargo, para saber a qué se refieren con “el laberinto de las tortugas”, hay que ver la película.
“Yo no soy importante, pero sí lo que tengo que contar”.
Luis Buñuel.
Nuestra calificación: (5/5)
“Are you still afraid of roosters?
– That something that knows how to fly has managed to be so submissive doesn’t give me any confidence”