HOW TO HAVE SEX (2023) de Molly Manning Walker
“No me encuentro bien, pero es lo que la sociedad espera de mí”
Decir que ‘el arte es la mejor terapia para los creadores’ se queda corto. Lo digo por experiencia, claro, pero sobre todo por esta película que hoy nos atañe.
Tengo que decir que fui al cine sin haber leído sinopsis ni haber visto tráiler –la mejor opción para llegar a una peli, sin duda– y tuve varios pensamientos iniciales. Que los personajes –chicos, pero especialmente chicas– se lo estén pasando tan bien duele, de alguna forma. Que hablen del futuro. Quizás es por lo que hemos visto otras tantas veces, quizás es por el tipo de película, no lo sé. Pero se me antojaba una antesala agridulce de los acontecimientos, como si la fiesta fuera un peaje para lo que el futuro les esperaba.
Entonces, empiezan a sucederse detalles que construyen un relato que va a permanecer en cualquiera que haya experimentado relaciones sexuales. Qué momento tan crucial en nuestras vidas. Pues bien, la directora Molly Manning Walker lo sabe a ciencia cierta y aprovecha el séptimo arte de la mejor manera posible: con conocimiento del medio y de la realidad que plasma. Y lo que es lo más importante: nos hace percatarnos de la necesidad de una reeducación sexual a chicos y chicas durante su adolescencia. Y es que de los 16 a los 18 años es un periodo clave. En dicha época existe el dilema moral del momento perfecto para perder la virginidad. Manning Walker explica de qué forma “todo resultaba incómodo y desagradable”; y añade: “Hay un enorme vacío en los jóvenes. No saben lo que es el placer, el consenso o las relaciones sexuales gratificantes”.
Además, aborda el lugar en el que surge la inspiración para este agrio relato. A los 16 años fue agredida sexualmente y jamás encontró un espacio seguro para iniciar una conversación. De hecho, somos testigos de diálogos que tienen lugar entre las muchachas que lo dicen todo, sin apenas el uso de palabras. Se podría decir que esta versión incómoda no incluye negativas, pero sí desasosiegos, repulsión y desorientación. Y es que la directora expone algo que parece de perogrullo: “El consentimiento no solo se basa en una cuestión binaria”, también en el acceso que proponga esa persona. Porque es posible que en ciertas situaciones no haya certezas confirmadas, pero siempre habrá comportamientos que reflejen esa aceptación a mantener relaciones sexuales. Hay actuaciones que están integradas en la sociedad y no se perciben como malas o buenas. Sino captadas de una referencia audiovisual cruel, dura y nada afín a la realidad como es el porno.
La lectura que se hace de esto en la película está bastante por encima de lo que solemos ver. Sin paliativos, pero con todas las incertidumbres. La única decisión acertada era no entrar en secuencias asépticas o explícitas. La directora tiene claro que ser abrupta “sería una manera innecesaria de ‘retraumatizar’ a las mujeres”. Por ello, el personaje de Tara entra en un constante debate consigo misma: “No me encuentro bien, pero es lo que la sociedad espera de mí”.
En cuanto a las actrices, la película se alzó con el premio BAFTA a estrella emergente para su protagonista, Mia McKenna-Bruce. No obstante, el reparto cierra el círculo perfecto de matices en el espectro. De hecho, el tratamiento de la directora es rotundo: “no mirar nunca desde arriba a los personajes, mantenerse siempre a la altura de su mirada para que el espectador se sienta uno más del grupo y nunca se atreva a juzgarles de ninguna manera”.
El primer tramo de la película está más próximo al aura de felicidad de Disneyland, –como proponía Sean Baker en “The Florida Project” (2017)– con un estilo rítmico muy similar. Además, poco a poco, pasamos a centrarnos en ella. De hecho, llama la atención la saturación escogida para los fotogramas, de los colores reforzados en lugar del azulado que acostumbra a enfriar los acontecimientos. En esta ocasión, nos acercamos mucho más al desenfreno de Gaspar Noé.
Y lejos de la desorientación en la que se sumergen los personajes, que no encuentran qué palabras decir o acciones con las que ayudar, la directora es firme con respecto a otro tema relativo a lo pernicioso de las redes sociales, aludiendo a una anécdota en la que un chico grabó a la chica con la que había mantenido relaciones sexuales y, como epílogo, publicó el video en TikTok. “Si en mi época teníamos el ‘walk of shame’ (el regreso a casa después de una noche de despilfarre), ahora además tenemos el ‘TikTok of shame’. Eso se ha convertido en la última moda”.
“How to have sex” ha cosechado numerosos premios por todo el mundo (especialmente premiado en los certámenes “indies”), asegurando un futuro en el cine para Molly Manning Walker, que inició su camino cinematográfico con su cortometraje: “Good Thanks, You?” (2020), en el que mostraba cómo las víctimas pasaban por tratar de convencer a la autoridad competente mientras tratan de denunciar un abuso sexual.
Como dice la propia Manning Walker, “en el fondo, la película trata sobre cómo nos sentimos y lo que hacemos para que no se note». Pues a nosotros se nos nota que nos gusta lo que hace.
Nuestra calificación: (4/5)