VOCES (2020) de Ángel Gómez Hernández
“Cuéntame, Daniel, ¿por qué te cuesta tanto dormirte por la noche?”
“Amenaza en la sombra” (Nicolas Roeg, 1973) comienza con una pelota en el agua. De una forma muy parecida a “Behind” (2016), uno de los últimos cortometrajes de Ángel Gómez Hernández. Como también sucede en el debut del director algecireño. Y justo después de la pelota –mal augurio, que recordamos de “Al final de la escalera” (Peter Medak, 1980)-, un niño con el color rojo como referente. Vale, aquí no pueden salir muchas cosas bien. Vamos a prepararnos para lo que pueda pasar.
Del eterno subgénero de terror de casas encantadas –“Terror en Amityville” (Stuart Rosenberg, 1979), “Suspense” (Jack Clayton, 1961), “La mansión encantada” (Robert Wise, 1963), referencias todas del director- nos llega una historia que viene a contarnos la vida de Sara y Daniel, padres de Eric, un niño de 9 años, que se mudan a una casa donde han invertido todos sus ahorros para rehabilitarla y así poderla vender, algo que han hecho otras tantas veces. Sin embargo, Eric identificará ruidos que nada tienen de convencional.
Uno de los primeros temas que salen a relucir de forma subrepticia es ese de cómo un niño afronta los cambios. Y a partir de ello, un sinfín de simbolismos: ramas afiladas, emociones fuertes, moscas que van a lo podrido. Apelar a los lazos, a los sentimientos, especialmente a la pérdida. Plásticos que difuminan toda una realidad. Elementos persuasorios en simples objetos.
No avasalla a sustos fáciles, aunque no prescinde de ellos. Confía en la sutileza de los sonidos de ambiente más que en la música impostada. Aunque no por ello sea menos importante el trabajo de Jesús Díaz. Además, se recurre a un actor que Gómez Hernández tiene de fetiche –entiende su valía para con el cine de terror- y con el que tantas veces ha contado para sus trabajos, el maravilloso Javier Botet. Se juega con el “Nunca apagues la luz” (David F. Sandberg, 2016), como en esa escena de la cama, con la protagónica Belén Fabra –puede ser que yo no haya superado el payaso de debajo de la cama de “Poltergeist” (Gil Kenan, 2015)-. Estos pies sí que los habría odiado Tarantino.
En esta ocasión, el director ha querido dejar como elemento fundamental las psicofonías. Hasta él mismo reconoce que no se ha explorado en demasía ese recurso y quería darle el espacio que necesita –aunque no resta importancia a otros-.
¿Qué hay tras la muerte? Como bien apunta uno de los personajes en el metraje: “Que no lo comprendamos no significa que no sea real”. Un suceso en tu vida puede cambiar el rumbo para siempre. Puedes tener que fijar otros objetivos, cambiar tu carrera. Es más, me atrevería a afirmar que una de las peores sensaciones es esa de tener que vivir sabiendo que no hay nada que puedas hacer para ayudar a quien te solicita auxilio encarecidamente. A eso habría que sumar el concepto nada maniqueo de la justicia.
Nos presenta, también, un grupo algo variopinto y poco común en las películas de este género. Un guion que nunca deja de sorprender, de la mano de Santiago Díaz (aunque basado en una idea de Víctor Gado y Ángel Gómez Hernández). Agradezco el aire fresco -aunque algo maloliente y putrefacto- que tiene “Voces”. No hay una respuesta válida a la muerte. O mucho peor: a los suicidios. Si las almas condenadas injustamente se volvieran para cobrarse una venganza, no habría rendición para nadie.
La actriz Ana Fernández y ese halo amarillo que la acompaña a todas partes. Pues cada personaje aparece identificado con un color, gracias a la dirección de fotografía impoluta a cargo de Pablo Rosso. De hecho, como la propia Fernández ha reconocido, es la primera intromisión de la actriz en el género. Ella misma compara al director de “Voces” con el James Wan español. A Rodolfo Sancho, sin embargo, lo que más le gusta es la pérdida del control de uno mismo. Coincido con él en que la película es trepidante y redonda. Pues el final –ya entenderéis por qué- es precisamente eso, muy redondo.
Tenemos la suerte de contar con un director que ahonda en el cine de terror porque le interesa como cineasta, pero sobre todo como espectador. Se ha valido de muchos referentes intencionados entre los cuales se encuentran también los musicales, pictóricos, cinematográficos, etc. Por eso mismo, y aunque pudiera haber caído en un cúmulo inconexo de referencias aleatorias, le sucede precisamente lo contrario. “Voces” es una película muy clásica que va a reconocer cualquier fan incondicional del terror, como el propio Gómez Hernández atestigua. Pues este director -prolífico cortometrajista: “Y la muerte lo seguía” (2012), “Behind” (2016), “Cariño” (2018)-, fan absoluto del cine de Argento y el terror italiano, así como el subgénero de fantasmas o el trabajo de Murnau, Browning o la Universal, pasando por Takashi Shimizu o Shyamalan, es en sí mismo un pozo de menciones y alusiones al cine de clásico. El propio director insiste en que debemos de nutrirnos de ese cine de siempre, el que ha hecho que muchos de nosotros hayamos perseguido con el afán de convertirnos en lo que somos, unos cinéfilos nostálgicos.
Porque es un cine de terror que te deja mal cuerpo –es precisamente la labor-, porque está lleno de aciertos técnicos, emocionales y argumentales. La película perfecta no existe, en eso estamos de acuerdo. Sin embargo, hay que alabar las que se acercan mucho a esa imagen que tenemos.
Nuestra calificación: (4/5)
«Tell me, Daniel, why is it so hard for you to fall asleep at night?»